Leoncio Badía Navarro, humanidad en medio de la barbarie
Reconstruimos la vida y la muerte del enterrador de Paterna entre 1939 y 1945
Episodio V | Leoncio Badía Navarro
57:01
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Paterna
Leoncio tenía 34 años cuando, terminada la guerra, el nuevo alcalde de Paterna, le dijo: “Rojo, si quieres trabajo, vete al cementerio a enterrar a los tuyos”. Durante seis años, los más duros de la posguerra y de la represión franquista, este joven que había soñado con ser maestro y enseñaba por las noches a leer y escribir a personas analfabetas en la cueva en la que vivía, se enfrentó cada noche al odio y al dolor. A apenas 200 metros del cementerio al que acudía cada día, llegaban a diario presos de las cárceles de Valencia. En un lugar conocido como “El Terrer”, -una montaña de tierra en la que practicaban tiro los soldados del acuartelamiento de Paterna años antes-, las dianas fueron a partir de abril de 1939, las 2.238 personas procedentes de toda España que allí fueron asesinadas.
Leoncio debía enterrarlas en las fosas comunes que poco a poco fueron llenando el suelo del cementerio, pero en la clandestinidad, poniendo en riesgo su propia vida, ayudó como pudo a las familias de los represaliados. Dejaba que lavasen sus cuerpos, les ponía en cajas de madera, colocaba pequeñas botellas de cristal con sus nombres junto a los cadáveres o les recortaba trozos de ropa y recogía los objetos que llevaban para entregárselos a las familias que vivían más alejadas y llegaban más tarde a pedir información sobre la fosa donde les había inhumado.
Leoncio abrió una puerta a la humanidad en medio de la barbarie y eso marcó su vida y la de todos aquellos que le encontraron en aquel cementerio para siempre. Murió hace años, pero su hija Maruja y muchas familias de represaliados nos ayudan ahora a reconstruir su historia.
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