'Juego de Tronos', más expectación y menos acción que nunca
La serie de HBO vuelve a congregar a millones de personas para ver en director el primer capítulo de la última temporada que supondrá el final de una serie épica que ha hecho historia
Madrid
Lo ha vuelto a hacer. El principio de la temporada final de Juego de Tronos ha vuelto a convertirse en un evento mundial. Millones de personas han esperado despiertas hasta que se emitiera el ansiado capítulo, seguro que con lagrimita incorporada y con todo el merchandising bien comprado. En España ha sido a las tres de la madrugada. La temporada la emitía, en una guerra digna de la trama de la propia serie, HBO y Vodafone, por un lado, y Movistar Plus y Telefónica, por otro.
En la era del streaming y el véalo usted cuando quiera, la gente lo ha querido ver en cines, en los eventos organizados, en casa, y en vivo y en directo, que se decía en tiempos de la televisión generalista. Eso sí, siempre con Twitter abierto y echando humo, en el día en el que se caían WhatsApp, Facebook e Instagram. Esta macroproducción de la cadena indie HBO siempre ha sido la gran pirateada. Lleva tres años consecutivos siendo la ficción más pirateada y esta noche tan especial no iba a ser menos.
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Horas antes, en plena cuenta atrás, alguien alardeaba en Internet de haber filtrado el dichoso capítulo. Fue una falsa alarma. Ni uno solo de los spoilers que se iban soltando en redes se cumplieron. No ha habido muertes, los personajes principales siguen intactos, tampoco grandes avances. Más de lo mismo. Todo apunta a que habrá mal rollo entre Sansa Stark y Daenerys de la Tormenta. Que Daenerys y Jon Snow seguirán en modo empalagoso dando paseos por la nieve Del Norte -recordemos, como bien dice el título del episodio, que estamos en pleno invierno-, o que Cersei no será fiel ni a sus hermanos y que los caminantes blancos llegarán antes de lo previsto.
Este primer capítulo de situación se puede resumir en un "va a pasar de todo, pero no pasa nada", salvo el final. La serie vuelve a hacer eso que tanto ha repetido en las temporadas anteriores: un giro final que deja al espectador frustrado pensando que quedan otros siete días para que la cosa avance. Menos mal que el vídeo on demand iba a ser la solución, quién nos iba a decir cuando empezó la serie que veríamos la tele a la antigua también en 2019.
Juego de Tronos siempre nos ha dado grandes lecturas políticas en la España de la crisis, del cambio y del no pasará nada. En esta octava temporada, esperamos mucho de eso. De momento, hemos descubierto dos cosillas: que cuesta más unir a los Siete Reinos contra los caminantes blancos -que podrían leerse como el cambio climático, quizá, o como la llegada de Vox, para los más osados-, que la unidad de la izquierda española. También que las cloacas del estado han guardado secretos muchos años, pero de repente llega un día y empieza a filtrarse todo. El secreto que marcaba la identidad y procedencia de Jon Snow, ya lo adivinaron los espectadores en la temporada siete. Ahora lo averigua el propio Rey Del Norte.
Tampoco es para tanto, sobre todo para los que hayan leído La tía Julia y el escribidor, famoso libro de Mario Vargas Llosa. Ahí ya estaba ese giro culebronesco. También lo estaba en las tragedias griegas, que luego reutilizó Shakespeare y que ahora George R. R. Martin y HBO han sabido modernizar y convertir en un fenómeno mundial intergeneracional, cuyo final conoceremos en cinco semanas y que está tan abierto como los resultados del 28 de abril, salvo que llegue antes y arrase todo el rey de la noche.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...