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Un mal día lo tiene cualquiera

La jugada maestra de Mahatma Gandhi

El 12 de marzo de 1930, el pacifista indio inició su estrategia para expulsar a los colones ingleses de su país

El dirigente indio Mahatma Gandhi leyendo en el suelo / Getty Images

El dirigente indio Mahatma Gandhi leyendo en el suelo

Para derrumbar un gran edificio no siempre se necesita una detonación. O, mejor dicho, a veces se puede proceder a minar los cimientos de una forma mucho más sutil. Y eso fue justo lo que empezó a hacer el 12 de marzo de 1930 el Mahatma Gandhi con los ocupantes británicos de su país natal, India.

Gandhi era consciente de que su movimiento a favor de la independencia de India contaba con una gran ventaja demográfica respecto a los colonos: la población india era mucho más numerosa, y, si se levantaba contra ellos, podía acabar expulsando a los británicos.

Pero esta vía, si bien parecía que resultaría más rápida, también comportaría un gran sacrificio humano. Los británicos podían ser menos, pero estaban bien armados. Gandhi llevaba años predicando la confrontación no violenta como método para expulsar a los europeos. Consciente de que la gran motivación británica era sacar el máximo de beneficio económico de India, Gandhi buscó hacerles daño en las finanzas.

Concretamente, centró sus miras en un impuesto que gravaba un elemento esencial para sus compatriotas: la sal. No solo era un condimento imprescindible para la cocina, sino que también era necesaria para preservar los alimentos. Para boicotear este impuesto, Gandhi animó a la gente a ir hasta el mar y evaporar agua marina para obtener sal sin beneficio alguno para los británicos.

Winston Churchill, que por aquel entonces estaba en la oposición, se rió del “faquir sedicioso” y “medio desnudo”, pero pronto pudo ver que la jugada era perfecta. Miles de indios imitaron al Mahatma, y los británicos no tenían suficientes prisiones para encerrarlos a todos.

Al final, se tuvieron que dar por vencidos y aceptar que Gandhi les había ganado la partida. Reforzado como líder político y espiritual de su pueblo, sólo la Segunda Guerra Mundial pudo detener una lucha que ya tenía medio ganada.

 
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