La Ciudad de los Muchachos: un oasis democrático en plena dictadura gobernado por niños
En 1956, el padre Silva puso en marcha este proyecto pedagógico cuya parte más visible y conocida fue la Escuela de Circo, la segunda del mundo por detrás de la de Moscú, cuyos espectáculos llegaron a disfrutar 200 millones de personas por todo el mundo
Reportaje | La Ciudad de los Muchachos de Ourense, un enclave democrático en plena dictadura donde los niños eran los protagonistas
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Ourense
En la parroquia de Benposta, apenas a diez minutos de Ourense, cualquier visitante puede encontrar una enorme carpa de circo completamente deteriorada junto a un gran cartel abandonado que pone Los Muchachos. En esa enorme finca, situada en la cima de una montaña, tuvo lugar durante décadas una experiencia pedagógica pionera que aportaba algo de luz en la España gris de la dictadura. Aquella era la Ciudad de los Muchachos, un pequeño enclave democrático donde los niños -los muchachos- eran los protagonistas. Fue en 1956 cuando el padre Silva, un jesuíta heterodoxo que había estudiado en Salamanca puso en marcha este proyecto cuya parte más visible y conocida fue la Escuela de Circo, la segunda del mundo por detrás de la de Moscú. Sus actuaciones las llegaron a ver, según las estimaciones, más de 200 millones de personas.
La Ciudad de los Muchachos contaba con gobierno y moneda propia, aduana, escuelas gratuitas, canal de televisión e incluso negocios, donde los niños podían trabajar para ganar un salario, formarse como ciudadanos y aprender la cultura del esfuerzo. Las decisiones se tomaban de modo asambleario y el alcalde era elegido democráticamente en elecciones libres, a pesar de la dictadura que regía en el exterior. La intención del padre Silva no era simplemente crear una nueva institución educativa, sino una escuela de líderes del mañana, sobre la base de niños que no estuvieran conformes con el mundo que les había tocado vivir. Con sus claroscuros, el proyecto fue un éxito y el régimen franquista se aprovechó de él para blanquear su imagen en el exterior. El Circo realizó giras por medio mundo y fue, por ejemplo, el primer grupo español en debutar en el Madison Square Garden de Nueva York.
Este espacio de libertad fue pionero en muchos aspectos. Allí tenían cabida todas las razas, condiciones y religiones. Sin ir más lejos, durante varios años albergó la única mezquita de toda Galicia. Gracias a la multiculturalidad de la Escuela de Circo, hasta Ourense llegaron niños de los cinco continentes en plenos años 60 que en la calle llamaban “Los gitanos del padre Silva”. Uno de ellos, fue el ecuatoguineano Marcelo Nguema o como él prefiere: Manoliño, con quien charlamos para recordar aquella utopía infantil en la que se creció: “La Ciudad de los Muchachos era como un país pequeño dentro de España (…) Era un pueblo joven, una nación joven. Intentábamos que los niños pudieran hacer su vida sin que los adultos tuvieran nada que ver ahí.”, rememora.
Su caso es particular porque llegó a Galicia con apenas 13 años y formó parte del primer grupo de becarios que llegó cuando Guinea Ecuatorial ya había logrado su independencia. “La teoría de vida de Benposta era, un poco, como un poblado africano (…) El Circo era la parte más espectacular e internacional de la Ciudad de los Muchachos, pero era como una asignatura más. También podías hacer zapatería o forja”.
Aunque los muchachos eran los protagonistas, aquel proyecto no era solo cosa de niños: “Clandestinamente, los comunistas tuvieron muchas reuniones en la Ciudad de los Muchachos. Venía gente hasta del PSUC de Cataluña. Nosotros conocíamos a toda esa gente de manera clandestina. El régimen toleraba porque el padre Silva era hombre de la Iglesia y yo creo que no se le tomó en serio y él, se aprovechó eso”, sintetiza Manoliño sobre la actividad política que existió en aquella finca. “Nosotros empezamos a conocer toda la política de América Latina, sus líderes y cómo funcionaba el mundo en Ourense. Teníamos una conciencia social muy grande”.
Actualmente, de esta utopía apenas quedan los restos. A mediados de los años 80 comenzó un declive imparable. Los niños se hicieron mayores, los ingresos del circo bajaron drásticamente y hubo conflicto en torno a los terrenos de la finca de Benposta que acabó subastada debido a un embargo de la Seguridad Social y vendida por 412.000€. Sin embargo, la huella de este proyecto continúa hoy siendo visible en países como Colombia, Mozambique o Bélgica, donde tienen sus propias Ciudades de los Muchachos, replicando el modelo del padre Silva, quien llegó a ser propuesto para recibir la Medalla de la Paz de las Naciones Unidas. Los muchachos más nostálgicos continúan viviendo allí, pero todas las instalaciones parecen hoy parte de un decorado o de una ciudad fantasma. Después de años de lucha, el pasado año, se abrió en la ciudad de Ourense un pequeño museo para rendir homenaje a lo que significó la Ciudad de los Muchachos. Allí se pueden encontrar fotografías de las giras del circo y de cómo era la vida cotidiana en Benposta. “Cuando volvíamos a Ourense después de dos años de gira (con el Circo) era como volver a casa, incluso para nosotros los africanos”, recuerda Manoliño.
Daniel Sousa
Es redactor en EL PAÍS Audio y colabora en ‘A Vivir que son dos días’ de la Cadena SER. Ganador del...