Banalización por sobredosis
Uno ve al cabo de una semana tal cantidad de policías y políticos corruptos compinchados en los complots más sofisticados, que en lugar de hacerlos más repugnantes ante nuestros ojos, aparece como parte de los usos y costumbres de las sociedades modernas
A través de las películas, los telefilmes, las series... se han incorporado a la normalidad de nuestra vida cotidiana las pistolas, las ametralladoras, las explosiones, los asesinatos, los secuestros... etcétera. Comemos, cenamos y vivimos rodeados de tal cantidad de violencia que seguramente hemos debido perder algo de sensibilidad en relación a lo que la violencia significa.
Lo mismo puede ocurrir con el mundo de las cloacas policiales y el juego sucio de la política, porque son argumentos recurrentes, casi tópicos de la ficción. Uno ve al cabo de una semana tal cantidad de policías y políticos corruptos compinchados en los complots más sofisticados, que en lugar de hacerlos más repugnantes ante nuestros ojos, aparece como parte de los usos y costumbres de las sociedades modernas.
Banalización por sobredosis
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Nada tengo que oponer a estas producciones, por supuesto, muchas de ellas son verdaderas obras maestras. Pero sí creo que la gran magnitud de su consumo está tal vez produciendo un efecto que yo llamaría banalización por sobredosis. Lo señalo porque no estoy seguro de que todos en nuestro país estén concediendo la importancia que merece un escándalo como el de la trama de la cúpula de Interior.
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Manejar dinero público para urdir tramas mafiosas desde despachos gubernamentales, delinquir para proteger a un partido y perseguir y ensuciar a sus adversarios. Es pura rutina en un guión de ficción, pero es de una gravedad máxima en la realidad de una democracia. De hecho, es el peor de los corrosivos para la nuestra. Alimenta la hostilidad de quienes la cuestionan. En el interior e incrementa los recelos que se mueven en distintos ámbitos políticos y judiciales del exterior. No es un tema más de la trifulca política, es algo medular y necesita ser respondido con la indignación general, incluida la de los votantes del Partido Popular, especialmente la de estos.