La falta de un mecanismo de seguridad impidió que los espías asesinados recibieran ayuda

Los siete agentes del Centro Nacional de Inteligencia que fueron atacados el sábado pasado en la carretera que les llevaba a Diwaniya no pudieron ser ayudados de inmediato. La razón es que no existe un protocolo que permita una rápida comunicación entre España y EEUU para casos como este. Los agentes asesinados llamaron por teléfono con poco éxito y desde el CNI en Madrid se llamó a su vez a la base española de Diwaniya para que enviara helicópteros Superpuma de apoyo. Todo demasiado tarde.

Los agentes españoles buscaron ayuda desesperadamente. Primero llamaron a la embajada española en Bagad, pero nadie respondió al teléfono. Después, siguiendo con el protocolo habitual del CNI, comunicaron con sus teléfonos satélites al Centro Nacional de Inteligencia en Madrid.

A partir de ese momento se puso en marcha un dispositivo que, desgraciadamente, llegaría tarde. Desde Madrid se avisa a la base militar española en Diwaniya, que se dispone a enviar tres helicópteros Superpuma a la zona.

Entre tanto, la situación de los agentes de inteligencia españoles es crítica. Se encuentran atrapados por una lluvia de fuego cruzado. Los únicos con capacidad de reacción para ayudar a los agentes españoles son las tropas norteamericanas que controlan la zona en que se produjo la emboscada.

Sin embargo los militares españoles no pueden llamar a los estadounidenses: no existe un mecanismo de socorro directo, coordinado con el mando de EEUU en Bagdad. El contacto establecido está en Madrid.

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Al final José Manuel Sánchez Riera consigue escapar. Coge un taxi para avisar a la policía iraquí que, al mismo tiempo, será la encargada después de avisar a los hombres de la 82 aerotransportada de EEUU que recogerán los cuerpos de las víctimas una hora y media después. Desde el aire les observan los tripulantes de los tres superpumas españoles de la Brigada Plus Ultra.

Esa falta de protocolo entre España y EEUU en Irak ya se demostró hace meses, a mediados de mayo, cuando dos agentes del CNI fueron encañonados y obligados a entregar sus armas en un control rutinario de los estadounidenses a pesar de que enseñaron reiteradamente su pasaporte diplomático.

Se da la circunstancia que uno de estos agentes era el jefe del equipo del CNI que falleció el sábado, Alberto Martínez, y el otro José Antonio Bernal, el sargento que murió el pasado 9 de octubre asesinado por un clérigo chií. De nada sirvió la queja formal que la embajada española interpuso ante la coalición estadounidense. Las armas requisadas no fueron devueltas hasta cinco días después.