Internacional

Más de 4.300 muertos en cuatro años de desigual Intifada

Cerca de 3.300 de los muertos son palestinos

Hoy se cumplen cuatro años de la visita del primer ministro israelí, Ariel Sharon, entonces jefe de la oposición, a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, hecho que desencadenó la segunda Intifada. Al cabo de cuatro años, ésta se ha transformado en una batalla de desgaste en la que el Ejército israelí ha mostrado su superioridad sin conseguir quebrar la lucha de los palestinos, cuyos terroristas han incrementado los ataques contra Israel. Las cifras son clarificadoras: en estos cuatro años han muerto más de 3.320 palestinos y casi 950 israelíes.

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Sobre todo en los últimos 12 meses, Israel ha asestado duros golpes a los palestinos, en particular al decapitar la dirección del movimiento islamista Hamás mediante repetidas "operaciones de liquidación". En cuanto al balance de muertos, son ya 4.344 las personas que han perdido la vida desde el inicio de la Intifada, de los que 3.325 son palestinas y 948 israelíes. La cifra sigue aumentando día a día.

Combinando esas ofensivas con la construcción de una "barrera de seguridad" en Cisjordania, denunciada por la comunidad internacional debido a su trazado, el Ejército ha conseguido reducir de manera espectacular los atentados en Israel. Pero, por falta de perspectiva política, no ha conseguido detener la violencia.

Tal como lo reconocieron los más altos responsables militares, la represión no ha conseguido reducir la motivación de los palestinos. Por el contrario, cada "mártir" muerto por el Ejército ha reforzado el deseo de venganza y los grupos armados no tienen ninguna dificultad en reemplazar a los que son muertos o capturados.

Una de las iniciativas surgidas a la sombra de esta situación es el "plan de separación" lanzado por Sharon, que prevé una retirada de la franja de Gaza de aquí a finales de 2005, la evacuación de 21 colonias judías de ese territorio y de cuatro otras implantaciones aisladas en Cisjordania. Pero se trata de una acción unilateral que, tal como lo reconoce el propio Sharon, no apunta a reactivar un diálogo de paz con los palestinos y no debe constituir un precedente a otras retiradas en Cisjordania. Sharon no oculta el hecho de que su plan no tiene por objetivo resucitar el último proyecto de paz internacional, la 'Hoja de ruta', sino sustituirlo.

No obstante, el proyecto de retirada de Gaza, apoyado por la mayoría de la opinión pública, provocó una reacción en el seno de la derecha y del poderoso lobby de los colonos, que incluso enarbolaron el fantasma de una guerra civil. Estos últimos ven en el plan el comienzo del fin de la colonización judía y atacan un proceso que llevaría al fin y al cabo a la retirada total de los territorios ocupados después de la guerra de 1967.

Por parte palestina, la población ha asistido impotente a la reocupación casi total de Cisjordania por el Ejército israelí, cuando los ataques mortíferos se multiplican en la franja de Gaza, donde cientos de casas fueron arrasadas.

"La situación empeora cada día, la represión se hace insoportable. La gente está cansada y al mismo tiempo orgullosa de aguantar", destaca el politólogo palestino Zakaria Al-Qaq. La incapacidad de la Autoridad palestina para controlar una situación que se le escapa de las manos y para reformarse desde el interior han hecho aumentar el desencanto.

La Autoridad Palestina ha sido acusada de corrupción y las críticas han alcanzado incluso a su jefe, Yasir Arafat, al que Israel mantiene confinado en el cuartel general de Ramalá desde diciembre de 2001. Sin embargo, el presidente de la Autoridad Palestina sigue siendo un símbolo, una figura de la que no se puede prescindir, mucho más cuando es blanco de repetidas amenazas de expulsión o incluso de asesinato por parte de Israel.

Según diferentes sondeos, los principales beneficiarios de este descontento son los grupos islamistas, incluso si la población no cree que su lucha terminará dando resultados. "La verdad es que si Israel diera una puerta de salida a los palestinos, todos pasarían por ella" y pondrían fin a la Intifada, estima Al-Qaq. Pero sería necesario ofrecerles un "arreglo definitivo" que llevara a una retirada de todos los territorios ocupados y se está lejos de eso.

 
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