Buenos Aires se acerca al exilio republicano español (III parte)
Buenos Aires
Buenos Aires acoge una exposición que se acerca al exilio republicano español a partir de la historia de un grupo de escritores catalanes que en enero de 1939 abandonaron Barcelona huyendo del fascismo y la muerte. Literatura, arte contemporáneo y cine documental se mezclan para recrear la vida en los campos de concentración del sur de Francia; los refugios de intelectuales; la ocupación nazi; el viaje a América y las distintas adaptaciones a los países de acogida: México, Chile y Argentina. Éste es el tercero de una serie de artículos sobre la exposición del enviado especial de la Cadena SER, Javier Torres.
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Villa Fiorito es lo que alguno ha definido de manera excesiva como un "arrabal postergado" del Gran Buenos Aires. ¡Es lo que tiene la corrección política, que evita llamar a las cosas por su nombre!
Villa Fiorito es un suburbio pobre, donde la basura se amontona en calles no todas asfaltadas. Ristras de fábricas dejadas de la mano de Dios y precarias casas en las que se adivinan mínimas garantías de salubridad acompañan a unas vías de tren que parecen muertas, tan acabadas casi como el futuro de sus habitantes. Dicen que la corrupción policial convive sin demasiados problemas con el narcotráfico; donde el futuro de los jóvenes dicen que es difuso, donde las balaseras no son cosas de televisión. Sé que la gente es amable, que le gusta conversar, que lucha también a brazo partido todos los días.
'El 10'
Pero Villa Fiorito es algo más, porque allá nació el 10; el pibe; el de la mano de Dios; el que se tatuó un Ché, el que viajó a Cuba a desintoxicarse de la cocaína; el que arrasó en la televisión argentina, el que quieren santificar: Él. Diego Armando Maradona. Allá donde vivió ha puesto un comedor social para alimentar a sus antiguos convecinos. Además, ha comenzado a construir una cancha de fútbol para que "pibes como él" tengan la posibilidad de jugar o de encontrar una puerta abierta.
Todo esto lo ví, lo escuché y lo comprendí ayer que también visité lo más cool de Baires, el sitio en el que hay que dejarse ver, el mercado de vanidades y de moda: Palermo Soho. Estaba abarrotado de jóvenes y de turistas, estos, llenos de bolsos con marca que seguro llenaron con la ventaja de calcular en euros o dólares.
Villa Fiorito está en Lanús, a 40 minutos en coche de Palermo Soho. La distancia física es minúscula en comparación con la económica, la social y, por lo tanto, la moral. Esa es sideral.
A los turistas no se les lleva a Villa Fiorito que, ojo, puede convertirse en un lugar de peregrinación para los ávidos del mito. Y no se les lleva, tampoco quieren ir, porque es algo molesto y que estorba. Estorban y molestan tanto como los inmigrantes, que no se ven pero que están ahí.
Juan Diego Botto lo cuenta en un texto teatral que ha dirigido y que se llama El privilegio de ser perro. El escenario está lleno de maletas. Todas contienen tierra porque, dice el actor-director-, es lo único que un emigrante o un exiliado puede llevarse de verdad. El Botto habla de la solidaridad y del silencio. De lo posible y lo utópico. De la compasión y el cinismo. Su obra no es para turistas o anestesiados. Es un viaje a una Villa Fiorito cualquiera; a un territorio donde hay lo que se ve: dolor, miedo, falta de oportunidades, corrupción, inmoralidad. Y esperanza, alegría, sencillez. Y a veces, gracias a la caridad de un mito, hasta un plato de comida.

Javier Torres
Redactor de Política, trabaja en el Congreso y hace seguimiento de Vox. Anteriormente formó parte de...




