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El 'monstruo de Amstetten' se declara no culpable por asesinato

Se enfrenta a los cargos de asesinato, violación, privación de libertad, esclavización e incesto

Josef Fritzl rinde desde hoy cuentas ante la justicia. El 'monstruo de Amstetten', el hombre cuyo pasado delictivo conocimos el pasado verano se somete desde hoy a juicio para dilucidar cual es la culpa que debe pagar por haber encerrado y violado durante 24 años a su hija Elizabeth, con la que tuvo siete hijos, uno de los cuales, falleció al poco de nacer. La expectación es máxima. / VNEWS

La hija de Josef Fritzl Elisabeth pasó los tres primeros años de cautiverio en el sótano de la casa familiar sin agua caliente, ducha o calefacción y al principio hacía tanto calor que las paredes se llenaban de condensación. Así lo ha relatado la fiscal Christiane Burkheiser en el juicio contra Fritzl, de 73 años, por el encierro de Elisabeth durante 24 años, a la que violó en repetidas ocasiones y con la que tuvo siete hijos-nietos. En concreto, el conocido como el monstruo de Amstetten se enfrenta a los cargos de asesinato, violación, privación de libertad, esclavización e incesto. La fiscal también ha explicado que uno de los aspectos más "espantosos" del cautiverio de Elisabeth fue la "incertidumbre de no saber cuándo (Fritzl) bajaría y la violaría ante los ojos de sus hijos".

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No culpable de asesinato y esclavización

En el inicio del proceso judicial, que se prevé que dure cinco días, Fritzl se ha declarado culpable de incesto y "parcialmente" de violación, así como de privar de libertad a tres de sus hijos-nietos, que hasta el año pasado habían vivido con su madre sin ver la luz del día. De lo que Fritzl se ha declarao no culpable ha sido de asesinato, cargo presentado por la Fiscalía cuando la Policía averiguó que uno de los hijos-nietos que tuvo con Elisabeth falleció a los pocos días de nacer. Según las autoridades, el bebé podría haberse salvado si hubiera recibido asistencia médica. Fritzl arrojó su cadáver a una caldera.

Fritzl, quien también se ha declarado no culpable de esclavización por considerarlo "inapropiado", ha llegado esta mañana al tribunal de la ciudad austríaca de St Poelten, cerca de Viena, con un traje gris y flanqueado por seis policías. En todo momento se tapaba la cara con una carpeta para esconder su rostro ante las cámaras de los cientos de periodistas acreditados que se agolpaban en la puerta del tribunal.

Después de que las cámaras salieran de la sala, ya que no está permitida su presencia durante el juicio, Fritzl se ha destapado la cara y, con la mirada fija y de espaldas al público, se ha dirigido al juez en un tono de voz muy bajo, en ocasiones hablando entre dientes, al responder a las preguntas sobre sus datos personales y su alegato. Por su parte, el abogado defensor, Rudolf Mayer, ha criticado la imagen de "monstruo" que han transmitido los medios de comunicación sobre Fritzl, por lo que ha pedido al jurado que dejen a un lado sus emociones para que su cliente pueda tener un juicio justo.

Maltratado por su madre

Fritzl ha relatado ante el tribunal, con la voz quebrada, su dura infancia. Tembloroso y con apenas un hilo de voz, Fritzl ha descrito que en su "durísima infancia" sufrió numerosas agresiones por parte de su madre y que no tuvo amigos. "Mi madre nunca me quiso. Ella ya tenía 42 (cuando él nació). No quería ningún niño y actuó en consecuencia. Ella me maltrataba".

Con la voz rota por momentos, el acusado ha relatado que las tornas cambiaron a medida que él crecía y su madre envejecía, y que con doce años empezó a defenderse de las agresiones de su madre: "A partir de ese momento me convertí en el demonio para ella". Aún así, ha mostrado cierta comprensión hacia la actitud de su progenitora al afirmar que "su vida tampoco era la más bella. Creció en una granja y con sólo ocho años ya tenía que trabajar", relataba Fritzl al tribunal.

Aseguró que nunca recibió cariño de ella y que no tenía ninguna "relación interior" con su madre, que murió también tras años de estar encerrada en el piso superior de su casa, donde él tapió las ventanas para que ella no viera nunca la luz de sol.

 
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