Sociedad
Reportaje:Inmigr@ntes

Héroes anónimos

Las iglesias y conventos también facilitan ropa, comida y trabajo a muchos inmigrantes en paro

Danilo ha cedido su piso en Alicante a una familia boliviana que está en paro

Sus problemas comunes los unen en el exterior. Empujados por solidaridad muchos inmigrantes están dispuestos a colaborar a otros que pasan necesidades

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El ecuatoriano Danilo Escobar vive en Madrid pero tiene un piso en Alicante en el que vive una familia boliviana. Hace tres meses que sus inquilinos dejaron de pagarle el alquiler ya que ambos se encuentran en paro y tienen tres niños pequeños. "Les he dicho que cuando puedan me paguen pero como no tienen ni papeles no puedo echarles, tampoco les exijo pese a que estoy pagando la hipoteca. ¿Si no nos colaboramos nosotros quien más lo hará?, dice convencido Escobar. Pese a que en su trabajo de albañil le han reducido su sueldo a la mitad y tiene apuros económicos no se le pasa por la cabeza desalojar a sus morosos inquilinos.

Pero la solidaridad de Danilo también se ha puesto a prueba en el piso donde alquila una habitación en Madrid. Ha tendido la mano a otro amigo que no tenía ni un "duro" para vivir. Su compañero de piso, Evaristo, un boliviano de 44 años, no encontraba trabajo hace meses y no tenía papeles. El dueño del piso, otro ecuatoriano, le perdonó los cuatro meses de alquiler que le debía y entre los que vivían en el piso procuraban que Evaristo no pasase hambre y le invitaban de su comida. Sin embargo, la situación empeoró y Evaristo tuvo que retornar a su país. "Su situación era crítica y estaba muy deprimido así que le ayudábamos en los que podíamos y le aconsejamos que regrese con su familia", relata Danilo.

Los ejemplos de apoyo y solidaridad se repiten entre los inmigrantes, sin importar si son del mismo país o de otro diferente. Mirna, de 40 años, llegó de República Dominicana hace 18 años. Serena y con un tono de valentía, relata como se ha ganado la vida durante este tiempo, teniendo incluso cinco trabajos en uno, claro, cuando el trabajo y los buenos sueldos abundaban. Ahora divide su jornada en tres trabajos diferentes; uno de ellos es el de cocinera en una parroquia en la noche. La comida excedente que debe desecharse la congela en el refrigerador en su casa, para después compartirla con sus amigas, muchas de ellas en paro, que pasan a visitarla los fines de semana y nunca se van con las manos vacías. No conforme con ello, les ayuda a buscar trabajo o les recomienda a sus conocidos cuando le ofrecen algún trabajo. "Uno nunca sabe cuándo puede verse en esa situación y mientras podamos ayudar debemos hacerlo", afirma.

Son miles los inmigrantes que ahora atraviesan una situación delicada debido al desempleo y la crisis. Según denuncian las asociaciones latinoamericanas de inmigrantes, un 30% de los parados son inmigrantes, la mayoría se concentran en Madrid. Esta situación ha hecho que muchas familias vuelvan a reunirse bajo el mismo techo para economizar el alquiler como la familia de Ana, cuya madre y hermana vivían en un piso y ella en otro, volvieron a juntarse para compartir el alquiler ya que su hermana está en paro.

Otros acuden a sus amigos y familiares que aun conservan su trabajo para conseguir algún préstamo o favor. Las asociaciones se convierten en un centro de terapia para muchos desocupados, como afirma Alex Terrazas, de Colombia, que en dos ocaciones ha conseguido trabajos esporádicos en casas de otros compatriotas que contactó en la casa de los Colombianos, donde además de despejar sus problemas, a veces salen con algún trabajo "caritativo".

"Nos colaboramos entre nosotros. Las autoridades consulares ni se preocupan que estemos sin trabajo o en la calle", afirma con un nudo en la garganta Mario Choque, uno de los bolivianos que fue desalojado de la Cañada Real el año pasado y que vivió en la parroquia San Carlos Borromeo junto a otras 20 familias que se quedaron en la calle. Según Choque, fue la iglesia y sus voluntarios quienes les ayudaron a encontrar un piso y les donaron un mes de alquiler. "Los de la embajada prometieron ayudarnos pero nunca más volvieron", aclara indignado.

Las iglesias, su único apoyo

Joaquín Choque es peruano y se encuentra en paro hace seis meses. Él y sus amigos, que se encuentran en la misma situación, ya saben de memoria las iglesias donde deben desayunar o comer, mientras buscan trabajo. Se levantan temprano y se dirigen a Usera o a la Plaza Elíptica a ver si alguien los contrata como albañiles. A las 11 de la mañana caminan a una iglesia cercana que les regala el desayuno que consiste en pan y bollos con una tazón de leche y colacao. Retornan a la Plaza Elíptica. A las 13:00 toman el metro y se van a Atocha para almorzar en la iglesia Ave María, donde les regalan una ración de comida. En la noche se dirigen a la zona universitaria, por inmediaciones del Metropolitano para cenar en un convento.

Ayuda para las madres solteras, inmigrantes y sin trabajo

La Fundación Madrina distribuye gratuitamente alimentos a las madres solteras inmigrantes. El primer miércoles de cada mes se forman largas filas al lateral de la iglesia Santa Micaela y San Enrique en el barrio Tetuán de la capital. Son las madres que desde temprano acuden con sus carritos de compras y a veces acompañadas de sus maridos para recoger, leche arroz, azúcar y otros alimentos que les proporcionan una vez que han notado en las listas de la fundación. Michele Lops, es el encargado de recoger las cajas del Banco de Alimentos y para después repartirlas equitativamente entre las mujeres que acuden con sus niños en busca de ayuda. "Se han duplicado el número de mujeres que nos solicitan ayuda, incluso vienen con sus parejas que tampoco tienen trabajo", comenta

 
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