Debilidad, bandazos, confusión y rectificaciones

Madrid

El Gobierno de Mariano Rajoy ha sido víctima de un espejismo democrático. Su mayoría absoluta en el Congreso le ha hecho pensar que no necesitaba contar con la ciudadanía y ahora, poco más de un año después de su victoria electoral, se encuentra en una paradójica situación de debilidad que le lleva a dar bandazos, sumirse en un estado de confusión y rectificar -de un día para otro- decisiones aparentemente firmes.

Está tardando en comprender que más allá del aval de las urnas, es necesario legitimar la acción de Gobierno cada día, desde la sensibilidad y el oído fino que exige una sociedad espantada y harta. Todo para el pueblo pero sobre todo, con el pueblo.

Primero mantenían a Jesús Sepúlveda, imputado en la trama Gürtel y exmarido de Ana Mato, en su puesto de trabajo en el PP porque -decían- la ley impide despedirlo. Después lo echan sin contemplaciones porque sostienen que "rectificar es de sabios".

Por la mañana desprecian la iniciativa popular antidesahucios, respaldada nada menos que por un 1,4 millones de ciudadanos y el resto de las fuerzas parlamentarias. Por la tarde se inventan una excusa jurídica para apoyarla ante la presión popular.

Se atreven durante meses a descalificar a los jueces y sus protestas y acusarlos de defender sólo sus días libres y su sueldo y ahora ceden y anuncian que retirarán parte de las tasas judiciales.

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El Gobierno y el PP están sufriendo en sus carnes, sin entender muy bien lo que sucede, el cambio radical de mentalidad de la ciudadanía española, a la que ya no le basta con los mecanismos de la democracia tradicional, que ya no se conforma con ir cada cuatro años a votar, o lo que sería peor, dejar de ir a votar cada cuatro años.

Los desahuciados quieren que su drama se escuche; los jueces quieren que se tome en serio las dificultades por las que pasan; los votantes -los suyos también- no se conforman con las respuestas de manual frente al desbordamiento de la corrupción; las redes sociales, un instrumento de uso cada vez más masivo, les recuerdan cada día que ha llegado la hora, urgente, de que nuestra democracia sea más deliberativa y participativa.

Y Mariano Rajoy y el PP se han encontrado de repente solos, en su isla de la mayoría absoluta, como esa balsa de piedra que inventó José Saramago, cada vez más alejados del continente, donde el resto de los españoles sigue esperando respuestas y proyectos y sólo recibe, una vez más, improvisaciones y ocurrencias.