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NEGOCIACIÓN CON ETA

Las conversaciones con el PP, según Moncloa: de "traicionar a los muertos" a negar que hubiese "precio político"

El último Gobierno que negoció con ETA relata todo el proceso

El expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, durante una reunión en Moncloa en el año 2007. / Paco Campos (EFE)

El expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, durante una reunión en Moncloa en el año 2007.

Madrid

El 20 de octubre de 2011, Mariano Rajoy, entonces jefe de la oposición, reaccionó así al anuncio del alto el fuego permanente de ETA: "El anuncio de la desaparición de la violencia de ETA de la vida de los españoles es una buena noticia. Es el fruto de esfuerzo y de la determinación del conjunto de la sociedad española que ha sabido resistir de manera ejemplar el chantaje criminal de los terroristas durante décadas, que ha sabido mantenerse unida, que ha sabido defender su libertad y que hoy es más libre porque este anuncio se ha producido sin ningún tipo de concesión política. A ETA la derrota la fortaleza del Estado de Derecho y la fe en la democracia de todos los españoles, representada por el esfuerzo sucesivo de todos los gobiernos que han actuado bajo el amparo de la ley. Y ese es el único camino de futuro".

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Cuando el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, escuchó esta declaración política del líder de la oposición, Mariano Rajoy, horas después de que ETA anunciase el cese definitivo de la violencia, sintió una íntima satisfacción por el reconocimiento solemne y público del Partido Popular al esfuerzo colectivo del Estado y del Ejecutivo por conseguir la paz sin pagar un precio político a los terroristas.

Esta es la crónica autorizada por personas muy cercanas al expresidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que han relatado a la Cadena SER cómo se gestó la decisión de abrir un proceso de negociación con ETA, las condiciones previas que se dieron para iniciar las conversaciones, los momentos más difíciles vividos por el entonces jefe del ejecutivo, la actitud de los partidos democráticos que, con carácter general, tuvieron una colaboración leal con el Gobierno, el debate interno en la izquierda abertzale y en la organización terrorista, la comunicación fluida, aunque con altibajos entre Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy y, en definitiva, la implicación más profunda que se ha conocido de un presidente de gobierno por conseguir la paz en España. Un objetivo al que dedicó más de la mitad del tiempo en sus ocho años de mandato.

¿Cómo se iniciaron los contactos con la izquierda abertzale para 'preparar' el terreno de la negociación con ETA?

Antes de hablar de los primeros contactos políticos, es importante recordar que cuando Zapatero llegó a la secretaría general del PSOE, en el año 2000, cambió radicalmente la estrategia de oposición frente al terrorismo de ETA. El Partido Popular había hecho del terrorismo de ETA una de las armas principales de confrontación política contra los gobiernos socialistas y de fidelización del voto más conservador en España. Mientras fue líder de la oposición, Zapatero optó por excluir el terrorismo del debate político.

Las primeras conversaciones políticas con el entorno abertzale en el primer mandato de Zapatero (2004-2008) se produjeron entre el entonces presidente del Partido Socialista de Euskadi, Jesús Eguiguren, y el exportavoz de Batasuna, Arnaldo Otegi. Según el círculo más cercano al expresidente, son contactos exploratorios que eran respetados por el Ejecutivo para ver hasta qué punto eran sólidas las bases para iniciar un eventual diálogo con la organización terrorista. El Gobierno también recibió en ese tiempo diversos mensajes de "algún sacerdote y de alguna Fundación de prestigio a los que ETA se dirigió con un esbozo de 'Plan de Negociación". Los interlocutores cercanos a Zapatero destacan que ese plan empezaba con la palabra 'Reconocimiento', reconocimiento de esa condición de interlocutores. Un término emblemático de los grupos terroristas –entienden estas fuentes– que quieren establecer un dialogo de igual a igual, entre el Estado y los terroristas, con el terrorismo como elemento de presión.

José Luis Rodríguez Zapatero reconoce en una entrevista en la Cadena SER conversaciones secretas con Mariano Rajoy sobre el fin de ETA

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La preparación del terreno previo a la tregua de ETA duró algo más de un año, desde finales de 2004 hasta marzo de 2006, cuando el grupo terrorista declara un alto el fuego. También colaboraron en ese tiempo, los países que habían sido sensibles con la situación del terrorismo en España y que, además, habían alojado a etarras en su territorio en los años ochenta y noventa. Se transmitió por vía diplomática a estos países y a los colectivos de etarras huídos que "era el momento de plantearse una renuncia definitiva de la violencia". Los interlocutores de la SER dan un papel preponderante a Venezuela y Cuba y, en Europa, a Noruega, Francia y Suiza en diversas fases del proceso.

Los contactos indirectos con ETA desde 2004 desembocan finalmente en el alto el fuego de 2006 que –según estos interlocutores– se asentó "con toda la prudencia, bajo condiciones sólidas".

"Haz lo que tengas que hacer"

Antes de la tregua, el Gobierno, sobre todo, el entonces presidente informaba a Rajoy de lo que se estaba produciendo. Era una información genérica, cualitativa, sin entrar en muchos detalles de actores e interlocutores, pero con el objetivo de transmitir que el Ejecutivo estaba en esta actitud, que creía que se podía ver un final de ETA. En segundo lugar, el ejecutivo ofreció a Rajoy, desde la cooperación, poder participar juntos o, simplemente, mantenerles informados sobre el proceso.

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"Rajoy nunca fue beligerante sobre el diálogo que teníamos. Fue sincero, entendía que el Gobierno explorara esta vía pero fue sincero porque nos dijo que su posición pública iba a ser crítica, y no de compromiso". Moncloa respetó la posición del principal partido de la oposición y entendió que “era un tema muy delicado y muy difícil para el PP y para Rajoy reconocer que se comprometía con el Gobierno en este diálogo".

Zapatero y Rajoy designaron cada uno una persona de máxima confianza para que mantuvieran un contacto secreto y permanente durante el proceso. La información no comprometía al PP pero José Luis Rodriguez Zapatero se sentía en el deber de que esa información fluyera, independientemente de que luego la posición del PP fuera crítica públicamente, y en algunos momentos fue durísima, como reconocen a la Cadena SER las personas que rodeaban entonces a Zapatero.

Pero hay un momento de gran distancia, de gran beligerancia de Rajoy con Zapatero que se produce cuando el PSE se reúne con Batasuna en Loyola. La publicación de esa reunión secreta entre ambos partidos indigna al PP porque no tenía un conocimiento previo de ese encuentro. Esa reunión trasciende en plena celebración del Debate sobre el Estado de la Nación, en mayo de 2005, y es cuando Rajoy le espeta a Zapatero: "Es usted quien se ha propuesto cambiar de dirección, traicionar a los muertos y permitir que ETA recupere las posiciones que ocupaba antes de su arrinconamiento".

Rajoy, a Zapatero: "Es usted quien ha traicionado a los muertos"

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Este fue el momento más difícil en la relación entre Rajoy y Zapatero. Pero, como muchas veces pasa, fue más bien fruto del azar que de la voluntad. "Es verdad que no se les informó –dicen estas fuentes– pero, es verdad también, que no hubo prácticamente espacio temporal. El encuentro entre el PSE y Batasuna se organizó de un día para otro. "Tras este episodio, costó mucho recomponer la confianza y se produjo un enfriamiento en la comunicación que hasta entonces se mantenía".

Así que, la relación entre el Gobierno y el PP sufrió varios altibajos hasta la ruptura de la tregua de ETA con el atentado de la T4. Pero lo importante, remarcan desde el entorno de Zapatero es que "ese canal existió y que fue fluido aunque el partido no se comprometiera en el objetivo del Gobierno". ”El Ejecutivo de entonces acepta ese terreno de juego con el PP que acompañó su oposición durísima con manifestaciones en la calle organizadas por la Asociación de Víctimas del Terrorismo que acusaba al PSOE de pagar precios políticos a ETA. Esta es la primera fase conocida y no conocida del diálogo que arranca con la declaración de alto el fuego. Tres meses después, en junio, Zapatero acude al Congreso para informar de que el Gobierno va a iniciar la negociación aunque ya había habido contactos con el entorno de ETA durante todo ese tiempo.

La impresión que siempre ha transmitido Zapatero a su entorno más íntimo es que "el PP y Rajoy sabían, en el fondo, que podía llegar el final. Siempre ha tenido esa percepción". Rajoy no participó pero dejó la iniciativa a Zapatero. Alguna vez llegó a decirle "Tú haz lo que tengas que hacer". No tenía la seguridad y, por supuesto, no estaba dispuesto en absoluto a tener una implicación. En el PSOE entienden que el dirigente del PP "tenía una presión y una vinculación fuerte con su partido y su militancia en este asunto. Con la prensa de la derecha que era más dura que el propio PP y Rajoy. El líder de la oposición estaba completamente condicionado, estaba en un pasillo muy estrecho entre lo que él pensaba que podía pasar y el margen que tenía", dicen los socialistas.

Las divisiones en ETA por el proceso de negociación

La salida que ofreció el Gobierno a una ETA debilitada fue el diálogo como un punto de no retorno a la actividad terrorista. En el proceso, lo que hizo el Gobierno es que se impusiera entre los distintos sectores de ETA, aquel que abogaba por el diálogo para buscar una salida.

Desde el primer momento hay una parte de ETA y, desde luego, impulsada por Batasuna, claramente partidaria del diálogo. Hay otra parte de ETA más reticente a las conversaciones o, quizá no tanto más reticente del diálogo, sino en cómo hacer ese diálogo. Porque la cuestión de fondo es que hay una parte de la organización que cree que hay que dialogar presionando al Gobierno. Y la primera expresión de esa presión es la Kale Borroka (violencia callejera), también el robo de pistolas en una estrategia muy calculada de la organización terrorista. Los interlocutores consultados entienden que esa estrategia “es presión al Gobierno en la negociación”.

El momento más dramático de esa presión es el atentado de la T4, que da lugar a la ruptura del proceso público iniciado con la tregua del 2006. En sus análisis internos, el Gobierno entendió que "todo eso coincide con quien estaba al frente de ETA en cada momento". Hubo cambios continuos en la dirección de ETA por las detenciones policiales y quien estaba al frente de la organización en aquellas fechas era del sector más duro. Aquel perfil más radical de la dirección de ETA contrastó con la estrategia que mantuvo la cúpula de la organización en la segunda fase de los contactos indirectos que desembocaron en el cese de la violencia de ETA en 2011.

Batasuna estaba en la línea de apoyar el proceso, quizá menos comprometida, o no tan decidida, hasta el atentado de la T4 en el aeropuerto de Barajas.

La paradoja del atentado de la T4

El atentado de la T4 supone un shock, para el Gobierno, pero también para el mundo abertzale. "Paradójicamente y dramáticamente como tantas veces ocurre, lo que fue un golpe muy duro para el Gobierno, fue, a la vez, realmente el principio del fin de ETA. Y eso fue así porque, mucha gente que estaba a favor del diálogo, no entendió, bajo ningún concepto, que se cometiera aquélla barbaridad. Esta acción terrorista hizo, sin duda alguna, que en las filas militantes de Batasuna, se produjera más distancia con ETA". El Ejecutivo de entonces hizo este análisis a posteriori pero se fue confirmando de una manera clara.

En ese período, hay momentos decisivos como la detención de integrantes del grupo Ata (etarras críticos con la organización) que eran, según fuentes antiterroristas de aquel momento, los dirigentes que mantenían una posición más radical. Esas detenciones fueron fundamentales. Como también fue clave que continuara la presión policial sobre los terroristas.

El papel del PNV

El Partido Nacionalista Vasco desempeñó un papel decisivo. Jose Jon Imaz, Juan José Ibarretxe e Iñigo Urkullu tuvieron siempre información del Gobierno. Los contactos con el entorno de ETA fueron a través de Batasuna y, además, el PNV tenía información cualitativa que le llegaba desde el Ejecutivo. En el círculo de Zapatero señalan dos personas que fueron clave en el proceso: Imaz y Urkullu. Tras la crisis del 'Plan Ibarretxe', Imaz tomó una decisión y mantuvo una posición política decisiva para lo que iba a ser el futuro del fin de ETA, de Euskadi y de España. El entonces líder del PNV se sacrificó, dimitió y, con su dimisión, cerró el paso a Eguíbar, que, en aquel momento estaba en la línea de que el PNV fuera de la mano de Batasuna. Prácticamente la reedición del pacto de Estella de Xavier Arzallus.

Este paso de Imaz fue muy importante para el desarrollo del proceso de paz. Y también lo fue el hecho de que Imaz designara como interlocutor de confianza a Iñigo Urkullu. Josu Jon Imaz transmitió al Gobierno que él ponía la mano en el fuego por Urkullu en su voluntad de ayudar al Ejecutivo. Y así fue. "Ese, quizá, es un momento decisivo de la historia, que casi nadie ha recapitulado pero que fue fundamental para el Ejecutivo. Sin el PNV esto hubiera salido difícilmente porque un PNV radicalizado en Euskadi hubiera puesto todo mucho más complicado”.

"Urkullu fue un leal aliado. De hecho, los apoyos que dio al Gobierno en la última fase, tan difícil por la crisis económica, eran en gran medida para convencer a ETA de que dejara las armas. Esto fue así de claro. Ése era el compromiso”. Y, por tanto, hay un profundo agradecimiento de Zapatero a Urkullu porque "siempre fue muy leal en esta materia. Fue muy discreto, nunca dio pábulo a ningún riesgo informativo", aseguran los interlocutores.

En cuanto a otros actores políticos del proceso como el exlíder de Batasuna, Arnaldo Otegi, el entorno de Zapatero remarca que su papel fue decisivo. "Más allá de que se le juzgue como se le juzgue, de su trayectoria anterior, de su credibilidad, su contribución al proceso fue muy importante".

En cuanto al resto de partidos democráticos, todas las formaciones nacionalistas apoyaron al Gobierno. Se informaba a partidos nacionalistas catalanes, a Izquierda Unida, a través de Gaspar Llamazares, que apoyó inequívocamente al ejecutivo. Una de las más entusiastas fue Uxue Barkos. La entonces diputada de Nafarroa Bai era la que daba más ánimos a Zapatero.

La dirigente política que puso más reparos fue la exsocialista Rosa Díez. Estos interlocutores se preguntan qué hubiera ocurrido si en aquel momento hubiera existido Ciudadanos con el protagonismo político que tiene en la actualidad. "Es una pregunta interesante. Nadie se ha hecho esta pregunta. Porque con las posiciones que está manteniendo con el Concierto Económico y el Cupo Vasco…. Sería interesante comprobarlo".

En cuanto al frente judicial y policial contra ETA durante el proceso, las personas cercanas a Zapatero aseguran que "los interlocutores que estaban actuando con el PSOE, tenían una posición muy singular en relación con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y con los servicios de información". "Ellos tenían un gran nivel de información. La parte política llegó a tener información que había que saber más allá de los datos que obraban en poder de las fuerzas policiales. Mantener ese engranaje y respetar las tareas que desempeñan cada uno no era fácil. Y en esa tarea, la persona de confianza de Zapatero desempeñó un papel muy importante. Templar y coordinar lo que se podía coordinar”.

La última fase de los contactos que condujo al final de ETA, la más desconocida

La última fase de contactos con el entorno de ETA que desemboca en el cese de la violencia en 2011 es la menos conocida porque es un período en el que no hay diálogo teórico aunque la tarea que se hace de cruce de mensajes con la organización terrorista es definitiva. Por eso se produce una tregua al final del 2010. Para esa fase, Zapatero designa a otro interlocutor de su máxima confianza al entonces ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y Rajoy también elige a otra persona de su círculo más cercano.

Esta segunda fase, que se gestó con mucha discreción, fue más activa en los años 2010 y 2011 tras un periodo de cierta frialdad en los contactos por el atentado de la T4.

“Hay un bache pero que tiene también sus explicaciones. En 2010 y 2011 el proceso fue completamente discreto, muy discreto, muy indirecto pero mucho más eficaz. De tal manera que esa información, prácticamente, la tenían el presidente y la persona que había designado para mantener la comunicación con el entorno de ETA. En la información al PP circuló razonablemente bien, con mucha prevención por nuestra parte porque los acontecimientos eran muy cambiantes”.

El PP recibe una información genérica pero continúa del proceso de paz. Se actúa con lealtad hacia el PP, sin sobresaltos mediáticos como ocurrió con la reunión conocida entre el PSE y Batasuna y, por tanto, la relación discurre sin desfases. “La información al PP circuló razonablemente bien, con mucha prevención por nuestra parte porque los acontecimientos eran muy cambiantes”.

En 2011, el Ejecutivo veía que llegaba el final de ETA y así se lo advirtieron al PP. "Informábamos a Rajoy: puede llegar, puede llegar. Esto está maduro, esto está maduro. Y llegó. Y sabíamos que se produciría”

Es, en este contexto, donde se entiende perfectamente la reacción de Mariano Rajoy tras la declaración del cese de la violencia de ETA en octubre de 2011. "Es una declaración positiva, es una declaración en la que, en primer lugar, Rajoy da por bueno el fin de la violencia y, en segundo término, declara de forma solemne que no se ha producido ninguna cesión mayor, que no se ha pagado un precio político, la palabra que tanto le preocupaba al PP". De tal manera que, para los dirigentes de confianza del expresidente, "nadie puede pensar que si eso lo da por bueno, no tuviera la información previa de cómo iban las cosas y de qué estaba pasando. Y obviamente, esa información sólo se la podía suministrar el gobierno", afirman.

Por supuesto, que si el PSOE hubiera seguido en el gobierno, el proceso posterior al fin de la violencia se hubiera gestionado de otra manera. El final de ETA habría llegado antes. Se hubieran hecho cosa, pero a nadie le sorprende que Rajoy se encontró con el fin de la violencia y no quiso ni cuestionarla ni hacer algo más para que avanzara. Esto es así. Dejó que las cosas siguieran.

Sin embargo, antes de las elecciones de 2011, cuando Rajoy ya se veía ganador, la situación fue diferente. “Todo esto influye. Es normal. Era mucho más fácil una posición constructiva del PP en 2011 que, de cara a las elecciones que teníamos en 2008, donde inevitablemente, donde el proceso de paz era un tema muy decisivo. Así que el entorno de Zapatero asegura que "que más allá de los momentos de sufrimiento y de aquélla frase de Mariano Rajoy sobre la traición a la memoria de los muertos, si se analiza la declaración del 20 de octubre de 2011 del líder de la oposición, el balance es que los partidos democráticos tuvieron un mínimo entendimiento durante todo el proceso de paz.

Rajoy: "El final de ETA se ha producido sin ningún tipo de concesión política"

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A la espera de que ETA se disuelva definitivamente, la conclusión de los últimos gobiernos socialistas es que "no ha habido precedentes de un final tan limpio de una organización terrorista. Se ha realizado sin disidencias ni coletazos como las FARC donde hay 1.000 personas que no asumen la estrategia de negociación".

Para visualizar este proceso —aseguran a la Cadena SER los interlocutores del ex presidente nos falta tiempo, perspectiva. Las cosas tienen que sedimentar como sedimenta la formación de un país, como sedimenta la formación de los temas trascendentales. Falta perspectiva. Falta por conocerse muchas cosas. Algunas se conocerán. Otras no. Quizá entre algunas de las que aún no se conozcan estarán las verdaderamente decisivas en lo que son momentos culminantes, personas y actores.

Zapatero conquistó un propósito que se marcó desde el primer día de su triunfo electoral en 2004. Entonces confesó a un periodista: "Vamos a ver el fin de ETA". No fue fácil. Fue un proceso muy difícil para todo el Ejecutivo, especialmente la mañana del 30 de diciembre de 2007 con el atentado de la T4 de Barajas. Con cada atentado, le angustiaba la idea de que lo que había visto tan cerca no se llegase a producir. Pero Zapatero vivió con especial intensidad los dos minutos veinte segundos que duró el comunicado de la organización terrorista ETA anunciando el cese de la violencia. Sabía todo lo que iban a decir los encapuchados de ETA pero tenía que verlo y escucharlo. Porque era el mensaje más trascendental que iba a escuchar en su tiempo como presidente del Gobierno, y quizá su mayor deseo, el fin de la violencia de ETA.

 
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