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¿Será obligatoria la vacuna contra el COVID-19? La encrucijada entre la salud pública y la libertad individual

Un divulgador científico reflexiona sobre la medida: "Si la población se niega a ponerse una vacuna que presenta un 90% de eficacia, ¿perderíamos esta opción de controlar la pandemia, o haríamos la vacunación obligatoria?"

La vacuna contra el COVID-19. / GettyImages (GettyImages)

La vacuna contra el COVID-19.

Madrid

La población mundial ansía la llegada de la vacuna contra el coronavirus, pues supondría dejar atrás las restricciones y recuperar un escenario parecido a la normalidad de antes de la pandemia. Todas las esperanzas están puestas en las vacunas candidatas y la de Pfizer parece que llegará pronto.

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Hace unos días la empresa alemana BioNTech anunció que en diciembre comenzaría la distribución del fármaco y muchos países ya tienen comprometida la compra de millones de dosis para suministrar cuanto antes a la población. Sin embargo, los expertos piden prudencia.

"Las prisas son malas consejeras en ciencia. No se conoce la fecha de comercialización de la vacuna ni cómo se distribuirá en la población, ni siquiera cómo ni dónde se conservará", explica el Jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Universitario General de Villalba, Roi Piñeiro.

Este divulgador científico conoce en profundidad el mundo de las vacunas y cuestiona los datos de eficacia: "No se sabe si la eficacia en los ensayos clínicos se corresponderá con los datos reales de efectividad", apunta. Asimismo, se atreve a aventurar que alguno de estos días podría aparecer un evento inesperado que obligue a paralizar el desarrollo de la vacuna, como ya ha ocurrido con anterioridad con la vacuna de Oxford.

"Hay que contener la euforia"

"Esto podría provocar a su vez un pesimismo generalizado que tampoco estaría justificado. Hay que intentar informar desde la objetividad pura, libre de sentimientos. Hay que contener la euforia", asegura el también miembro del Comité del Medicamento de la Asociación Española de Pediatría.

Aunque según vaticinan los gobiernos y las farmacéuticas a cargo de los ensayos clínicos de las vacunas, en el primer trimestre de 2021 ya se podría ir vacunando a los diferentes grupos de la sociedad. Es cierto que se establecerá un orden de prioridad comenzando por personal sanitario, personas mayores, colectivos vulnerables o con patologías, y más adelante se iniciaría una vacunación masiva.

De hecho, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, ya anticipó la compra de millones de dosis de la vacuna, "más de las necesarias", según él, que pronto podrían estar a disposición ciudadana. Si antes el debate se centraba en la fecha de llegada del antídoto para combatir la enfermedad del SARS-CoV-2, ahora se desplaza a la obligatoriedad de vacunar.

¿Podría ser obligatoria la vacunación?

La vacunación ya era obligatoria en siete países (Eslovaquia, Eslovenia, República Checa, Polonia, Letonia, Hungría y Bulgaria) con sanción económica si los ciudadanos se negaban a recibir la inyección. Hace tres años, Italia y Francia impusieron la obligatoriedad de las vacunas infantiles ante las altas tasas de brotes de virus que se dan en las edades menores. Y Australia anunció que una vez esté lista la vacuna contra el COVID-19, obligará será obligatoria para sus 25 millones de ciudadanos.

Sin embargo, en España las vacunas son voluntarias, aunque el Ministerio de Sanidad no descarta establecer la obligatoriedad de la vacuna contra el coronavirus cuando llegue. Si existe una alta reticencia a la administración de la vacuna y se desea conseguir una inmunidad colectiva, no quedaría otro remedio que obligar a vacunar", asevera el experto en vacunas.

Piñeiro defiende que cada persona "debe ser libre de elegir si quiere estar protegido o no". Sin embargo, matiza que "la protección colectiva jamás se logrará si no se vacuna al menos un 60-70% de la población", por lo que cree que "no es deseable, pero puede ser necesario".

La ley ampara la obligatoriedad de las vacunas

Lo cierto es que por ley no se puede obligar a la población a vacunarse, aunque la Ley Orgánica 3/1986 ampara la posibilidad de establecerse la obligatoriedad de forma excepcional en cualquier situación que amenace a la salud pública. "Estamos ante una pandemia y, en estas situaciones, son posibles medidas de este tipo. Ya lo hemos visto con el confinamiento y el estado de alarma", argumenta el doctor.

Según las últimas encuestas sobre la materia, muy pocos estarían dispuestos a inyectarse la vacuna de forma inmediata. Es entendible el recelo después de haber conocido los efectos adversos en voluntarios, los inconvenientes en los ensayos clínicos o la desconfianza al haber conseguido una vacuna en un tiempo récord. Aunque es cierto que todas las fases de los ensayos han cumplido todos los protocolos establecidos y la vacuna que pronto verá la luz garantiza un 90% de eficacia.

Pero no hay un claro consenso. Otros consideran que la llegada de la vacuna acabará con el virus y la pandemia desaparecerá de la noche a la mañana. "El virus no va a desaparecer con la vacuna, al igual que ocurre con la gripe, el sarampión, o la tosferina, enfermedades frente a las que ya tenemos vacunas", advierte Piñeiro, que explica que el objetivo a corto plazo del antídoto es la protección individual de las personas que tengan mayor riesgo de complicaciones en caso de enfermar a causa del COVID-19.

El objetivo: conseguir la inmunidad de grupo

El divulgador de vacunas explica que el objetivo a largo plazo es conseguir la protección colectiva que se logrará con una inmunidad de grupo, "que reduzca el contagio entre personas". "Es decir, podremos contener la pandemia, y regresar de alguna manera a la antigua normalidad, pero no vamos a vencer al virus", asevera con contundencia.

Aun no conocemos si será obligatorio vacunarse contra el COVID-19 o no, pero Piñeiro reflexiona sobre esta medida: "Hemos sido obligados a permanecer en nuestras propias casas, a usar la mascarilla o a mantener el distanciamiento social y vivimos bajo toque de queda".

"Se nos presenta ahora la posibilidad de una vacuna que promete un 90% de eficacia, y si la población se negara a ponérsela, ¿perderíamos esta opción de controlar la pandemia, o haríamos la vacunación obligatoria?", concluye.

Sandra Fernández Pérez

Sandra Fernández Pérez

Graduada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y en Ciencia Política y Gestión de la...

 
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