La crisis que sacudió a Botella
La tragedia del Madrid Arena hundió a la alcaldesa de Madrid en el plano personal y dinamitó hasta en tres ocasiones su equipo de gobierno, con cargos salpicados por la tragedia que se vieron obligados a dimitir.
Botella zanjó el problema imponiendo duros controles y prohibiendo las macrofiestas en instalaciones municipales. Medidas insuficientes para los familiares y la oposición que han vuelto a pedir un año después su dimisión.
El círculo más próximo a Ana Botella asegura que el accidente del Madrid Arena le ha marcado más que cualquier otro acontecimiento desde que llegara a la alcaldía. Mucho más que el fracaso olímpico de Madrid 2020 o cualquiera de las cuestiones que dificultan el día a día municipal, desde el inasumible agujero económico a la caída del turismo o la percepción ciudadana de que la ciudad está sucia.
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Botella mostró hace un año una imagen de absoluta debilidad política. Es cierto que acudió al reclamo de los familiares de las víctimas con una cercanía sincera que se ha mantenido de forma discreta hasta el día de hoy pero cometió un error inexcusable. Botella fue esos días una alcaldesa noqueada e incapaz de llevar el peso político del ayuntamiento más importante de España. El resto fue una combinación del dolor por lo ocurrido, la citada incapacidad de respuesta y una dosis importante de mala suerte. Un ejemplo. Botella se resistió a explicar su viaje a Portugal durante el fin de semana posterior a la tragedia. Era tan sencillo como contar que se trataba de un compromiso familiar. No lo hizo, evitó las respuestas y el viaje se convirtió finalmente en otro lastre que terminó por sumarse a la tormenta política y mediática que estaba por descargar.
Ana Botella mostró aquellos días poca cintura quizá fruto de la inexperiencia. La primera intervención del entonces vicealcalde Villanueva (linchado públicamente por su condición sexual y no por su gestión) fue un mal comienzo. En Cibeles reaccionaban a los acontecimientos siempre dos pasos por detrás de las investigaciones, los titulares y los testimonios de los asistentes. Botella aparecía hiperprotegida por sus asesores y delegados. A la pregunta de si ha pensado en ordenar ceses inmediatos, Botella respondió ocho días después que no, que no estaba entre sus planes. A partir de ahí comenzaron a caer como fichas de dominó Miguel Ángel Villanueva (vicealcalde), Pedro Calvo (delegado de Economía y responsable de Madrid Espacios y Congresos) y posteriormente un delegado de su más absoluta confianza, Antonio de Guindos, que fue fiel a su promesa y coherente con sus palabras.
En Cibeles se vivieron aquellos meses posteriores al Madrid Arena escenas de tensión máxima, especialmente cuando comenzaron a publicarse documentos que probaban que Miguel Ángel Flores (cuya versión inicial dio por buena el consistorio) era el empresario mimado de la empresa municipal que gestionaba el recinto. Flores utilizaba las instalaciones casi en régimen de exclusividad y se jactaba de ello ante otros empresarios de la noche que sottovoce denunciaban todo este mamoneo.
Botella no conocía ni a Miguel Ángel Flores ni tenía noticias de sus pingües negocios. Eso sí, nunca sabremos si este empresario irresponsable seguiría a día de hoy montando sus fiestas sin control en instalaciones municipales, de no ser por lo ocurrido aquella noche del 31 de octubre. Era rentable para Flores y desde luego un negocio jugoso para el consistorio madrileño que ingresaba dinero por su uso sin invertir ni un solo euro en el mantenimiento. Todos salían ganando.
Es evidente que Botella sufrió otra vez las consecuencias de la herencia recibida por quien se marchó por patas a un ministerio y fue presa de una serie de errores de seguridad y control, de los que quizá no fuera consciente. No hay excusa cuando se ocupa un cargo de responsabilidad. Fallos muy graves que quizá a nivel político se hayan liquidado con dimisiones y ceses pero que probablemente tendrá sus consecuencias en la causa que se sigue en los tribunales con una responsabilidad civil subsidiaria que en Cibeles dan por descontada.
En el primer aniversario, Botella ha tenido una actitud digna y ha soportado críticas y abucheos de los familiares al acudir a un acto de homenaje a las cinco chicas fallecidas aquella noche. Le honra haber dado la cara y no esconderse en su despacho. Esa lección parece haberla aprendido. La tragedia le acompañará durante el resto de su mandato y el tiempo dirá si se convierte en su estocada electoral definitiva. Algunos compañeros de partido, desde luego, no la han ayudado demasiado.
Con las medidas adoptadas tras la comisión de investigación, otro Madrid Arena a día de hoy (al menos sobre el papel y en un local municipal) no sería posible. Con una nueva Ley regional de Espectáculos todavía por desarrollar, los controles y prohibiciones municipales han actuado de cortafuegos. Se han reforzado inspecciones garantistas en locales de la noche con el consiguiente enfado de los empresarios que dicen sufrir una persecución sin precedentes. Ellos pagan los platos rotos de los excesos y del amiguismo político y empresarial. Nadie creyó que fuera a suceder hasta que pasó. Ocurrió y sus consecuencias políticas ponen en jaque a los que, con poca habilidad, gestionaron los días y semanas posteriores al accidente. El tiempo dirá si el Madrid Arena solo sacudió o termina por hundir la carrera política de Ana Botella que sigue expuesta, en primera línea mientras otros protagonistas buscan acomodo, alejados ya del Palacio de Cibeles.
Un año de la tragedia del Madrid Arena: ¿qué ha cambiado desde entonces? (31/10/13)
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Javier Casal
Presento el informativo Hora 14 en la SER. Durante 11 años estuve al frente de la actualidad de Madrid...