Economia y negocios
Qué duda cabe

Los percebes son como Paquirrín: feos pero ricos

A Coruña

No quisiera darles envidia, pero estaba yo este fin de semana comiendo percebes y pensando: ¿Cómo una cosa tan fea, puede ser tan rica? Luego pensé en Paquirrín, y pensé que tampoco es tan raro ser feo y rico a la vez.

A ver, por supuesto, es una excusa para pavonearme delante de ustedes por haber comido percebes. Pero ya puestos, ¿se han parado alguna vez a pensar en lo fea que es la comida que comemos? ¿Ustedes han visto, por ejemplo, un pulpo vivo? Es un ser repugnante, lleno de tentáculos, viscoso y asqueroso. Sin embargo, es un manjar culinario.

Qué valiente tuvo que ser la primera persona que se atrevió a comer pulpo. O qué hambre tenía, que es lo más probable. A buen hambre no hay pan duro. Y el pulpo es blandito, para que negarlo. Pero ojo, que los cangrejos, las nécoras y las centollas no son en absoluto blandas, al menos en su exterior.

Me pregunto cuánta hambre tenía la primera persona que se comió una centolla, porque claro, primero tuvo que cazarla, luego tuvo que hervirla y luego entender que tenía que romper su estructura exterior para comer lo de dentro.

Pero tampoco tenemos que irnos al marisco para pensar en alimentos tan habituales en nuestra dieta como raros en su concepto. Los huevos, sin ir más lejos. Los huevos son embriones de ave, que ya suena mal. Por cierto, no se por qué se dice que las gallinas son cobardes, cuando tienen más huevos que nadie.

Y no es que quiera arruinar su dieta habitual, pero vamos a ver...ustedes saben que la lengua de cerdo, la oreja y el rabo, no se llaman así por un capricho de un chef macabro, no...es que se trata de la lengua, de la oreja y del rabo de un animal super sucio.

Y volviendo al mar, los calamares en su tinta...a ver como lo explico, la tinta del calamar es una guarrería que sueltan estos bichos para defenderse y huir de sus atacantes marinos. Pero a nosotros no se nos ocurre otra cosa que coger la tinta y embadurnar a los propios calamares para comerlos con arroz.

No se como lo hacemos, pero también comemos caracoles y con su baba se hacen cremas faciales. Cojan ustedes un caracol un día de lluvia y embadurnense la cara con su baba, que se les pondrá el cutis maravilloso. En algún momento perdimos la cabeza.

Pero todas estos extraños alimentos de los que les he hablado son auténticos manjares occidentales. Luego nos escandalizamos porque en ciertos países comen carne de gato o de perro, pero amigos, mirémonos un poco al ombligo e imaginemos como nos verán en estos países cuando nos ven zampar un pulpo, unas ostras o un puñado de caracoles.

La moraleja es: No importa lo feo que seas, siempre habrá alguien dispuesto a comerte. Esto también se aplica al tema de ligar, así que no pierdan la esperanza. Qué duda cabe.

 
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