"No me gustaría que mi hija fuera redera"
Edurne es una de las 90 rederas que trabajan en las cofradías vascas y que luchan por unas condiciones de trabajo dignas
Bilbao
Comenzó a trabajar como redera a los 14, "porque no quería estudiar", explica Edurne Salaberria, vecina de Pasajes San Juan, hija y hermana de pescador. "Empecé en Pasajes y allí trabajé hasta que desaparecieron los barcos. Después, estuve muchos años sin coser y, en 2010, comencé a trabajar en San Sebastián en el últmo barco que quedaba".
Mujeres de mar
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Edurne es una de las 90 mujeres rederas que trabajan en las cofradías vascas. "Mi padre tenía barco -explica-. Empecé a aprender a coser y estudié corte y confección. Entonces no había titulación de redera, ahora sí, y fue mi tía la que me enseñó a coser redes".
Hace ocho años empezó a trabajar en Hondarribia. "De todas, soy la que menos tiempo lleva trabajando", cuenta en A vivir que son dos días Euskadi. Entre las 18, mujeres curtidas en el oficio como Maxun quien reconoce que este trabajo engancha, aunque es muy sacrificado y no permite ganar un sueldo digno. "Una mujer soltera no podría vivir de esto", sostiene.
Edurne coincide con Maxun en que es un trabajo duro. "Estás todo el día con mucha humedad y las manos frías. Cuando hace frío, esto es como una nevera y, eso que estamos bajo techo. En Getaria y en Orio, las averías las hacen fuera, con frío y con calor", explica. "Se resiente todo el cuerpo. La vista, las manos torcidas por la artrosis, la espalda... Y no están reconocidas como enfermedades profesionales. Estamos en ello".
Este oficio no solo es sacrificado por las condiciones físicas en las que trabajan sino también por los horarios. "Nos avisan a primera hora, hacia las siete. Antes, la maestra nos llamaba una por una, ahora tenemos un grupo de Whatsapp". Les avisan el mismo día para trabajar "y nos dicen si ir con comida o no". "Te rompe todos los planes", reconoce Edurne. Las jornadas de trabajo se alargan en función de la carga de trabajo. "Cuando hay mucho, trabajamos hasta diez y once horas", cuenta Edurne con resignación.
Otra lucha en la que están inmersas estas mujeres es el salario. "Nosotras cobramos por hora. Cada pueto tiene sus precios. Ahora estamos trabajando en la Asociación de Rederas de Euskadi para que todas podamos cobrar lo mismo", detalla. Preguntada por si se puede vivir de esto, Edurne asegura que no, "porque hay meses en los que sí trabajas mucho pero, por ejemplo, el año pasado, estuvimos cinco meses sin trabajar y eso significa cinco meses sin cobrar". A pesar de todo, Edurne sigue en el oficio porque le gusta. "Además, tampoco está la cosa muy fácil, dice. Conocía el trabajo y me cuadró, además me gusta. Claro que, si me saliese otra cosa, sí que me iría", reconoce.
No hay hombres rederos en Euskadi. Sí explica Edurne que "los senegaleses que vienen ahora ya saben coser". Esta pasaitarra locuaz y de carácter alegre es madre de un hijo y de una hija. "No me gustaría que mi hija Maialen se dedicara a esto, y eso que tiene muy buena mano porque ya lo ha probado. Pero está estudiando carrera. Quiero que tenga un sueldo fijo al mes, que lo que saque no sea tan solo una ayuda para casa. Y eso que antes no estaba considerado ni como trabajo", matiza. "Ahora estamos asegurados para un futuro. Para tener una pensión cuando me jubile, y hemos conseguido que haga falta una titulación para poder trabajar como rederas. Cada vez se está exigiendo más", detalla Edurne.