Julen Guerrero: casi tres décadas del penúltimo póker de goles que vio San Mamés

Bilbao

Hacía frío aquel 4 de abril de 1994 en Bilbao. La capital bizkaina se había despertado con los montes que la rodean cubiertos de nieve. Semana Santa, domingo de Resurrección. El lunes de Pascua, como siempre, era fiesta en Bizkaia. A pesar del puente, muchos vecinos decidieron quedarse en casa y no aprovechar el largo fin de semana. Otros decidieron anticipar un día su regreso, y es que en San Mamés había partido. El Athletic jugaba contra el Sporting de Gijón.

Era un Athletic diferente, que había comenzado a cambiar la temporada anterior. Un alemán de cara colorada había llegado al banquillo rojiblanco con una idea muy distinta del fútbol que se estilaba por estos lares. En su primera temporada había depositado el juego del equipo en dos novatos. Una apuesta arriesgada fue la del portero.

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Julen Guerrero agradece las disculpas de Simeone: "Es buena manera de pasar página"

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Juanjo Valencia fue el encargado de defender la portería rojiblanca. Y un media punta, con cara de niño bueno, pero con plomo en las cartucheras, se había convertido en el indiscutible líder de un equipo que apostó por el juego combinativo y que desterró el fútbol directo y el pase largo. Su nombre, Julen Guerrero.

Guerrero, el primer futbolista mediático

En su segundo año en la élite, Julen Guerrero era ya un jugador consagrado, indiscutible en el equipo titular del Athletic y en la selección absoluta. Cumplía el servicio militar, la “mili”, con lo que había desaparecido aquella melena rubia que causaba sensación entre las estudiantes. Fue como cuando le cortaron el tupé al Elvis.

Adolescentes (y no tanto) forraban sus carpetas de estudiantes con fotos de la nueva estrella rojiblanca. Es más, en alguna concentración con la selección española se descubrió a una jovencita escondida en el carro de la ropa sucia de un hotel con el objetivo de poder llegar a acercarse al jugador del Athletic.

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Cualquier estrategia era válida para aproximarse al yerno que toda madre quería para su hija. El “fenómeno Julen” había traspasado todas las fronteras. Guapo, joven, rico, famoso y con una proyección increíble. No se podía pedir más.

Cuatro goles en un partido

Julen ya había marcado goles a pares. E, incluso, de tres en tres. Pero aquel frío Domingo de Resurrección Julen quería más. Visitaba La Catedral el Sporting de Gijón de Abelardo, Muñiz, Stanic o Juanele. Un buen equipo. Y un reconocido entrenador. García Remón era el inquilino del banquillo asturiano.

El partido, a las 17:00 horas. Vamos, lo habitual en aquella época. Jupp Heynckes formó con: Valencia en la portería, Lakabeg, Larrainzar, Tabuenka y Larrazabal en la defensa, Urrutia, Eskurza, Mendiguren y Guerrero formando un rombo en el centro del campo, con Valverde y Ziganda en el ataque.

No había hecho sino comenzar el partido, minuto 1, y Guerrero adelantó a los “leones”. A los cuatro minutos, Larrazabal marcó el segundo. Y así, uno tras otro, le fueron cayendo goles, hasta siete, al Sporting, ante la desesperación de su portero, Emilio, que no sabía por dónde le entraban tantos balones. Además del primero, Guerrero marcó el quinto, el sexto y el séptimo (de penalti) para lograr una marca que está solo al alcance de los elegidos, de las mega estrellas.

Aquel domingo de Semana Santa arrancó frío en Bilbao, pero por la tarde, cuando finalizó el partido, nadie se acordaba de la bajada de las temperaturas ni de la nieve en el Ganekogorta o en el Pagasarri. Todo el mundo hablaba de los cuatro goles de la perla rojiblanca.