"No me las comería ni por dinero": el misterio del odio irracional a las aceitunas
Son muchas las personas que no soportan el fruto del olivo, generalmente en su versión encurtida, aunque los expertos sostienen que esta fobia tiene solución
Reportaje | Fobia a las aceitunas: "No me las comería ni por dinero"
Madrid
Cuando se pide una cerveza en algunos de los miles de bares que pueblan España es muy probable que la pongan de tapa. Junto a la espumosa bebida, preparan cuidadosos un cuenco con un buen puñado de ellas. Las hay de varios tipos, colores e incluso tamaños y todas ellas son especiales. Sus aderezos para hacerlas irresistibles también son variados y para los que las aman cuesta decantarse por uno. Sin embargo, hay un extenso grupo de la población que pagaría por tenerlas lo más lejos posible. Ni pueden verlas, ni olerlas, ni mucho menos tocarlas. Probarlas ya es un extremo que ni contemplan. Las aceitunas son ese alimento que o te encanta o lo detestas y quienes no las soportan lo hacen de una manera tan irracional que especialmente sorprende en un país en el que son prácticamente una seña de identidad.
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José vive en Vilches, un pequeño pueblo de Jaén rodeado de extensos kilómetros de olivar. Él, además, trabaja en el sector oleícola, tiene fincas de olivos que recolecta, pero odia las aceitunas. En sus 57 años de vida, jamás las ha probado y no sabe desgranar realmente cuáles son los motivos que le causan ese rechazo. Tiene claro que no soporta su olor, tampoco su apariencia y mucho menos su tacto. No puede ni ver ni tener cerca su hueso una vez han sido consumidas. "Es una fobia que tengo que no puedo evitarlo. Creo que en mi caso es un tema psicológico. No le encuentro ninguna explicación, pero hay algo que me repele, que es superior a mí y no puedo remediarlo".
"Las fobias relacionadas con la comida al final funcionan de forma similar que cualquier otra, como pueden ser a las arañas, por ejemplo. En todos los casos aparecen el estímulo fóbico que va a desencadenar pensamientos y estos activan una emoción muy intensa, en este caso un miedo desproporcionado a un alimento. Esto se mantiene por la evitación constante a ese alimento", explica Irene Ampuero, psicóloga general sanitaria del Instituto Cláritas. La experta detalla que es normal llegar al nivel de no querer olerlo, o tocarlo, como le ocurre a José.
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El de este hombre no es un testimonio aislado. "Sé que existen personas que sufren con esto y les produce vómito. No quiere ir a comidas por esta razón", añade Ampuero. "Cuando tengo un plato en la mesa de aceituna me provoca una sensación de rechazo y generalmente intento alejarla. Y si está en el mismo plato, a veces con la obsesión que tengo con ella, soy capaz hasta de no probar lo que hay cerca de la aceituna que haya podido estar en contacto con ella", confiesa Fran, otro jiennense que tampoco soporta este alimento. "Siendo de Jaén, sorprende mi rechazo", reconoce.
"Es un miedo irracional"
Salir a comer fuera de casa es generalmente el peor trago para ellos, como cuenta Diego. "Tengo cuidado de, por ejemplo, no pedir ensaladilla, ensaladas, empanadas... en sitios que no conozco. Y cuando hago una reserva en un restaurante, en la observación, pongo que lo único que no como son aceitunas, para dejarlo claro desde el primer momento". Este cordobés comparte con José y Fran los mismos patrones de rechazo. En su caso, le viene de familia porque ni su abuelo ni su padre las aguantan tampoco.
Ninguno sabe de dónde proviene ese rechazo porque ni siquiera las han probado. "El olor que desprende y la sensación tan, tan asquerosa que noto cuando la tengo cerca o en el plato, sobre todo, el líquido de la propia aceituna", asegura Fran. "No puedo soportar que alguien coma aceituna a mi lado y ya ni cuento cuando alguno tiene la manía de escupir el hueso en la mano después de comérsela. Eso es mortal", confiesa Diego. "[No las aguanto] desde que tengo uso de razón, sobre todo, la encurtida. Su olor me repelía de pequeño. No he podido superar ese trauma", añade José.
"Cuando afirman que no pueden ni tenerlo cerca, ni tocarlo, ni ver a nadie comerlo, confirma que se ha convertido en algo fóbico", afirma Ampuero. Sin embargo, no hay evidencias científicas, sostienen los expertos, que traten en profundidad esta aversión. "Es un miedo irracional. No podemos intentar buscarle sentido coherente", agrega. El proceso de encurtido, es decir, introducir las aceitunas en un líquido condimentado, en vinagre o directamente en agua y sal para darles sabor y a la vez prolongar su conservación, puede ser uno de los motivos. "Podría ser, pero habría que tener en cuenta si es el único alimento encurtido al que se tiene fobia o no. Es decir, yo puedo tener fobia a los encurtidos en general o a la aceituna especialmente, porque nos genera un rechazo ese alimento en concreto, esté encurtido o no", puntualiza Griselda Herrero, nutricionista en Norte Salud Psiconutrición.
Para ellos, el problema sí está en los encurtidos. No pueden ni acercarse a este tipo de aceitunas, pero lo hacen sin problema cuando están sin procesar. "Yo trabajo en el sector oleícola, tengo olivos y las toco naturales y me causa placer", asegura José. "La verdad que coger la aceituna, trabajar en el campo con ella o incluso manejarla sin estar en caldo y sin tener la textura tan blanda no es una cosa complicada, de hecho no me transmite nada", sostiene Fran. "He ido muchas veces al olivar e incluso he ayudado a algún amigo en el tiempo de cosecha. Eso no es problema", añade Diego. Todos ellos también aman el aceite de oliva.
El tratamiento es posible
Los expertos avisan de que estas fobias alimentarias pueden tratarse. Hay muchos tipos como la conocida como neofobia que "se observa de forma más frecuente en niños, y consiste en el rechazo o negatividad a probar alimentos nuevos o desconocidos", explica Joana Pla, psicóloga en Norte Salud. También está la fagobia (miedo a tragar la comida), la cibofobia (temor a comer alimentos, más relacionado con seguridad alimentaria) o algunas más concretas, como la micofobia (miedo a consumir hongos o setas) o la lacanofobia (a los vegetales).
Todas ellas se pueden tratar, como sostiene Pla, también la que se tiene a las aceitunas. "En primer lugar, se establece una entrevista detallada donde se explora la historia de vida y el entorno de la persona para más adelante, y con las herramientas adecuadas, poder tratar la exposición a determinadas situaciones que provoquen miedo o rechazo a la persona. Todo ello se hace de forma gradual y progresiva, incrementando la capacidad de afrontamiento", desgrana. "Al final se necesita mucha motivación por parte de la persona para afrontar ese miedo. Hay terapias muy estudiadas como es la terapia cognitivo conductual. También algunas técnicas de manejo de ese miedo, como técnicas de respiración, de distracción. Y para finalizar, una parte muy importante sería poco a poco ir haciendo aproximaciones hacia las aceitunas", añade Ampuero.
La parte psicológica sería lo primero, luego también sería importante acudir a un dietista. "Para incorporar ese alimento, ya entraría la parte nutricional a trabajar la exposición al alimento, la forma de prepararlo, de utilizarlo o de ingerirlo. Pero tenemos que tener en cuenta que al final no tenemos por qué comer de todo. Si hay un alimento que no nos gusta o que nos genera rechazo, no hay por qué obligatoriamente incluirlo", puntualiza Herrero. Y en este punto coinciden tanto José como Diego. No tienen intención de superar ese trauma y prefieren mantenerlas lejos, un rasgo que los psicólogos afirman que suele ser bastante común entre los afectados. "Creo que ni por dinero me comería dos o tres aceitunas", sentencia Fran.
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