El Greco: El mito del manierismo español

Cuatro siglos después de su muerte nos encontramos con el gran icono del Renacimiento español

Doménico Theotocópuli nació en Creta en 1541. Desde muy joven desarrolló su maestría en la pintura. Gracias a la holgada economía de su familia pudo viajar a Italia en donde residió aprendiendo de los grandes artistas coloristas del Renacimiento italiano. Consciente de su valía y de su arte, de ahí salta a España buscando el favor de rey, Felipe II, para el que pinta intentando entrar sin éxito en el ámbito de la corte. Sin embargo, su traslado a la ciudad de Toledo sería providencial. Allí contactará con toda clase de personajes pudientes que le harán provechosos encargos permitiéndole crear un taller. Más allá de las deudas y pleitos que cualquier personaje importante de la época pudiera tener, supo hacerse un hueco en la ciudad produciendo las obras que hoy le convierten en una figura universal.

El particular lenguaje de El Greco

Hablar de El Greco es hablar de figuras lánguidas, algo mucho más exagerado que las propias normas del manierismo de la época. Esos rostros alargados, con manos y dedos interminables, junto a los vivos colores que había bebido en su formación en Italia, le permitieron crear algo que muy pocos autores han conseguido a lo largo de la historia del arte, un lenguaje absolutamente único y particular. Cualquiera que ve un cuadro de El Greco lo identifica inmediatamente con él, precisamente porque sabe interpretar ese lenguaje como algo propio del artista cretense. Se dijo que padecía todo tipo de problemas visuales que hacían que representara las figuras "deformadas". Un absurdo que han demostrado todos los investigadores que se han acercado a conocer su vida y su obra. Decir eso es decir que Picasso tenían problemas de visión y por eso representaba las figuras de forma tan grotesca. Era simplemente su lenguaje artístico, algo que caló en su época pero que después de su muerte en Toledo en 1614, se diluyó como un azucarillo hasta ser redescubierto por los intelectuales románticos del siglo XIX, quienes volvieron a encumbrar a El Greco al lugar que se merece.