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Te lo llevas fresco

Brécol, mejor siempre al dente

No cometas el error de cocerlo más de lo necesario

Pixabay

Madrid

El brécol ha sido una de las verduras más afectadas por la tendencia de nuestras santas abuelas y madres a cocer todo lo verde más de lo necesario. La diferencia de sabor entre esta flor -sí, es esa parte de la planta- cuando está al dente y crujiente o cuando se ha quedado blandurria y descolorida es como la noche y el día. Si quieres asegurar el tiro, ve probándola a partir de los seis minutos de cocción, aunque el tiempo final dependerá del tamaño que sean los trozos o arbolitos.

Una vez al dente, puedes picarlo fino, mezclarlo con cuscús y gambas y aliñarlo con aceite y limón: conseguirás un plato ligero, sabroso y perfecto para una cena rápida o llevar al trabajo en una tartera. Aunque suene raro, también existe la opción de comerlo crudo: como mejor está es rallado o laminado muy fino con una mandolina (o un cuchillo afilado y paciencia). Acompáñalo con hinojo, manzana ácida o pepino, y tendrás la base para una rica ensalada de invierno.

Cuando vayas a comprarlo busca ejemplares compactos, con los floretes apretados, sin manchas oscuras y a los que no se les caigan pedazos como si fueran extras de una peli de zombies. El color verde intenso -si amarillea, mal asunto- y el aroma fresco también son indicios de que te llevas a casa un brócoli en óptimas condiciones. Consérvalo en la parte baja de la nevera envuelto en un paño, y cómelo lo antes posible.

El brécol

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Aunque sean difíciles de distinguir para el ojo poco entrenado, no hay que confundirlo con la coliflor verde, que suele ser más grande, más chata y de color menos brillante. Aunque esta técnica puedes usarla con ambas: hazles un buen masaje con una base de aceite o tahini y limón, sal y tus aderezos favoritos. Deja reposar media hora para que el aliño penetre y ásalas enteras en el horno a 180 grados, tapadas durante una media hora y destapadas unos 15 minutos más. Unos frutos secos picados y un poco de cebollino, y tendrás un rustido de verduras listo para servir con un puré de patata o boniato.

Si lo que te pide el cuerpo es una sopa o crema, puedes añadirlo casi al final en trozos de tamaño pequeño a una minestrone, o usarlo como base para un puré, junto a un puñado de lentejas rojas. Dicen que si lo preparas sofriendo antes una cebolla, un puerro y dos zanahorias hasta que estén dorados y usas caldo de verduras en lugar de agua, dejarás de tener pesadillas con el que te ponían en el comedor del cole.

 
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