Aisse Dansoko: "Los médicos nunca me preguntaron por la cicatriz de mis genitales"
Aisse Dansoko es mediadora del proyecto de la ONG Médicos del Mundo contra la mutilación genital en Castilla La Mancha. Viajamos a Recas, un pueblo de la provincia de Toledo conocido como "el pequeño Malí". Allí, profesores, personal sanitario y familias trabajan juntos para evitar que se practique la ablación a las niñas cuando viajan a Malí en vacaciones
En un lugar de La Mancha... Mali
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Madrid
— ¿Cómo ha sido tu vida en Mali?
— Normal.
Y “normal” es, para Aisse Dansoko, haber nacido en Kayes, al oeste de Malí. Haberse visto obligada a casarse con un hombre que no conocía cuando apenas tenía 14 años. “Normal” es haber emigrado a Toledo con 16 años y, a los tres meses, haber sufrido la muerte de su reciente marido cuando estaba embarazada de sólo dos meses. “Normal”, para Aisse, era ir al médico, al ginecólogo, y que no le preguntaran por la cicatriz que tiene en sus genitales fruto de una ablación que se le practicó en su país cuando era solo una niña.
Dieciséis años después de su llegada a España, hoy Aisse trabaja como mediadora intercultural en el proyecto de prevención de la mutilación genital femenina que la ONG Médicos del Mundo lleva a cabo en Castilla La Mancha. “Nunca me había planteado seriamente mi posición frente a la ablación hasta que viajé con mi hija a Malí y mi madre me preguntó qué iba a pasar con la niña. En ese momento me cambió el chip: mi hija no iba a ser mutilada”, recuerda Aisse en la sede de la Asociación de Mujeres de Recas, un lugar donde a menudo se reúnen mujeres de países como Malí, Senegal o Costa de Marfil para debatir y conversar sobre este tema.
Aisse Dansoko: "Cuando volví a Malí me cambió el chip: nadie iba a mutilar a mi hija"
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La mutilación genital, conocida también como ablación, es una práctica muy arraigada en la cultura de muchos países del África subsahariana que tiene graves consecuencias sobre la salud y la sexualidad de las mujeres. Y aunque a este lado del Mediterráneo suene muy lejano, es una realidad con la que convivimos también en nuestros pueblos, donde muchas niñas se ven sometidas a esta mutilación cuando vuelven a sus países de origen de vacaciones.
Para evitar este riesgo, la ONG Médicos del Mundo ha desarrollado un programa de prevención en Recas, un pequeño pueblo de la provincia de Toledo conocido como “el pequeño Mali” pues 600 de sus poco más de 4.000 habitantes proceden de este país. Una zona del mundo donde se calcula que el 85% de las mujeres han sufrido la mutilación genital.
El proyecto de Recas trata de contar con la complicidad de las familias, los docentes del colegio donde estudian las niñas y el personal sanitario del pueblo. El protocolo de actuación es simple: los profesores se enteran cuando sus alumnas van a viajar a Malí de vacaciones y entonces actúan; se ponen en contacto con los padres y les explican que tienen que pasar por el centro de salud antes y después del viaje para hacerles un reconocimiento médico a sus hijas. En caso de que la familia se niegue a firmar su compromiso, y como último recurso, se comunica a la Fiscalía de Menores para proceder a la retirada del pasaporte de la menor y evitar que viaje.
“La ablación es un orgullo para muchas familias, significa el paso de niña a mujer y arrastra muchos miots: una mujer no mutilada es una mujer sucia, que no llegará virgen al matrimonio”, explica la mediadora. Por eso, en un tema en el que entra en juego la identidad cultural y religiosa de tantas familias “la mediación es fundamental. De otra manera, pueden pensar que ya están los blanquitos dándonos lecciones de qué hacer con nuestras hijas, y no es así”, cuenta Aisse.
La implicación de doctoras y profesores
“Cuando las mujeres venían a la consulta con problemas ginecológicos no los asociábamos a la mutilación genital porque no teníamos conocimiento de este problema. Fue hace dos años cuando hemos entendido lo importante y frecuente que es”, confiesa Mercedes Martín, médica de familia en el Centro de Salud de Recas. Ellas son una pieza fundamental a la hora de sensibilizar a las familias y evitar posibles mutilaciones cuando viajan a sus países de origen.
"Cuando una paciente venía con un problema ginecológico, nunca lo relacionábamos con la ablación"
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El colegio público de Recas, por su parte, es un fiel reflejo del pueblo. En sus aulas hay hasta un 70% de niños y niñas de origen extranjero, y los profesores han tenido que adaptarse a una problemática que jamás hubieran imaginado durante su carrera.
"Ha habido casos en los que hemos tenido que acompañar a la niña al pediatra porque el padre tenía sus dudas. En una ocasión tuve que enterarme dónde trabajaba el padre de la alumna, pedirle permiso a su jefe para que le diera el día libre para venir al colegio y entonces poder explicarle las consecuencias físicas y legales que se derivaban de una posible mutilación genital a su hija", relata Gonzalo Ballesteros, director del colegio de Recas, el CEIP César Cabañas Caballero. El profesor recuerda que fue él mismo quien pidió cita al pediatra, acompañó a la familia al médico y se aseguró de que firmaran el compromiso de no practicarle la ablación. "Aún así, durante el viaje de la niña a mí no se me iba de la cabeza su caso, fue muy duro. Cuando volvió la alumna, la vi contenta en clase y el pediatra corroboró que estaba bien, fue un alibio. Verla así es la recompensa".
Un colegio contra la ablación
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Valentina Rojo Squadroni
Uruguaya de nacimiento, catalana de adopción y madrileña de acogida. Es redactora de 'A vivir que son...