Fuego y chinchetas
Música

Barcelona acoge el mágico reencuentro entre música y masas: crónica del primer gran festival pandémico

Two Door Cinema Club, Manel, Carolina Durante, Amaral, La Casa Azul, Zoo y Novedades Carminha, entre otros, protagonizan la segunda jornada del primer gran festival celebrado en España durante la pandemia de COVID

Imagen del público durante el concierto de Amaral en Barcelona, este viernes en el festival Cruïlla. / Jordi Vidal Redferns

Barcelona

Lo primero que impresiona al llegar al Cruïlla —con la incidencia disparada en Cataluña, especialmente entre los jóvenes— es el enorme dispositivo montado para que todo el público pase un test de antígenos antes de acceder al recinto. La incomodidad del bastoncillo es inevitable, pero la organización ha puesto todo de su parte para que el resto de la experiencia sea cómoda y segura. Una hazaña pandémica lograda a base de voluntad, planificación y mucho esfuerzo que este viernes ha hecho posible lo que hasta ahora parecía impensable: el reencuentro entre la música y las masas, con Amaral, Two Door Cinema Club, Carolina Durante, La Casa Azul, Manel, Zoo y Novedades Carminha como protagonistas.

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El experimento de Love Of Lesbian en el Sant Jordi funcionó con 5.000 personas y el Vida, hace una semana, dobló la apuesta. Pero el festival Cruïlla, considerado como un pequeño entre los grandes, ha congregado a más de 18.000 personas en la explanada del Fórum de Barcelona. Todos al aire libre, con un test de antígenos negativo y con la obligación de llevar mascarilla salvo para comer o beber, eso sí.

Los encargados de abrir la jornada del viernes (Rayden y Kase.O ya habían actuado el jueves) fueron los catalanes Gertrudis, una veterana banda de fusión verbenera (reggae, folk, rumba, pop, ritmos latinos y lo que surja) que se presentó con un "bona nit Cruïlla" a las 5 de la tarde y bajo un sol de escándalo. Teniendo en cuenta la dura tarea que supone abrir, cumplieron con creces. Había motivación de sobras, claro.

Rap político y primeros pogos

Acompañada de una banda con bajo, teclado, batería y sección de vientos, la rapera chilena Ana Tijoux arrancó cañera con versos contra el machismo (Antipatriarca) y ofreció una versión casi irreconocible de 1977, el hit con el que se dio a conocer en 2014, para luego explayarse en la reivindicación política con temas como Shock o Cacerolazo y también con alegatos sobre las consecuencias del colonialismo, la relación entre raperos y jueces, la futura constitución chilena, la situación que atraviesa Colombia y hasta el procés. "Si en Chile es posible, ¿qué pasa con Cataluña?", dijo. "¡Esperamos con ansia que rompan el puto Colón que está ahí!".

Ana Tijoux, durante su concierto del Cruïlla, este viernes. / Jordi Vidal

La organización hizo coincidir la ácida denuncia de Ana Tijoux con el rap buenista y vitalista de Delafé, un proyecto que fascinó a media España principios de los 2000, pero que ha ido perdiendo fuelle, facto y flores azules. Su repertorio sigue lleno de temazos, claro: El indio, Mixtape, Mar el poder del mar... "Señores, ¡estamos bailando!", proclamó excitado Oscar D'aniello durante la actuación.

El primer plato fuerte del día, sin embargo, era el concierto de Carolina Durante, quienes ya habían anunciado en Twitter que había ganas de pogo, y no se equivocaron. Minutos después de conocer los nuevos datos de incidencia (más de 1.000 entre los jóvenes de 20 a 29 años), los acordes de KLK desataron la locura, demostrando que siguen siendo la gran banda indie del momento.

En las primeras filas se coló algún que otro motivao irresponsable, puntualmente advertido por el personal del Cruïlla, pero la gran mayoría demostró que euforia y sensatez son cuestiones compatibles. En este caso, además, los anhelos reprimidos desde el inicio de la pandemia hicieron que todo fuese aún más emocionante, tanto para el público como para la banda. "Llevábamos un año y pico sin ver esto", dijo Diego Ibáñez, quien también dio las gracias en varias ocasiones y demostró que su banda, efectivamente, toca mejor que ayer.

Fueron cayendo todos sus hits: Cementerio (el último parque), Nuevas formas de hacer el ridículo —a la que Izal tendrá ocasión de responder este mismo sábado, también en el Cruïlla—, Buenos consejos, peores personas, No tan jóvenes, Niña de hielo... Pero se dejaron lo mejor para el final y después de tocar Famoso en tres calles —el primer adelanto de su esperado segundo disco— ya no dieron tregua alguna: Las canciones de Juanita, El año, Joder, no sé, Perdona (ahora sí que sí) y la esperadísima (y coreadísima) Cayetano.

La gestión del riesgo

La organización del Cruïlla ha demostrado una gran solvencia pandémica, pero lo cierto es que en esta ocasión ha concentrado todo el riesgo en la celebración misma del festival. Al repasar el cartel, de hecho, resulta obvio que, más allá de del guiño a sus orígenes (rap y a la world music), el pequeño de los grandes ha optado por el indie mainstream: nombres consolidados y bandas que, como Amaral, se han visto eclipsadas por el ascenso del todopoderoso reguetón.

Pero el que tuvo retuvo y la banda zaragozana convirtió el Cruïlla en un gran karaoke con temas que casi cualquier español (de millenials para arriba) se sabe de memoria: El universo sobre mí, Marta, Sebas, Guille y los demás, Cómo hablar, Revolución, Moriría por vos, Mares igual que tú... "Os quería dar las gracias por llevar las mascarillas y hacerlo todo bien", dijo Eva Amaral, emocionada por tocar de nuevo ante casi 20.000 personas, lo que le pareció "casi un espejismo": 

Eva Amaral, en el Cruïlla. / Jordi Vidal

Pero la banda optó por abrir y cerrar el concierto mostrando su faceta más electrónica con dos canciones de su último disco que crecen en directo y que les hace rejuvenecer, sonando más actuales: Señales y Entre la multitud (que además acabaron fundiendo con el Bizarre Love Triangle de New Order).

El rey del pop con sintetizadores, sin embargo, sigue siendo Guille Milkiway, quien ayer revolucionó al Cruïlla con una impresionante puesta en escena de imagen y sonido. Su fórmula puede resultar un poco repetitiva, pero el poder de un subidón de La Casa Azul es irresistible, y más aún frente a 18.000 personas entregadas a estribillos como los de El momento, El final del amor eterno o La revolución sexual (homenaje a Raffaella Carrá incluido).

Revolución sexual

Claro que el plato fuerte de la noche, sobre todo para los que llevan dos años sin disfrutar del Primavera Sound, eran los norirlandeses Two Door Cinema Club, una banda que en 2010 deslumbró con uno de los mejores discos de lo que llevamos de siglo (Tourist History), pero que —a diferencia de lo que ha pasado con The xxArctic Monkeys— se ha visto mermada por su propia irregularidad, empatando con los también británicos Foals, Metronomy, Franz Ferdinand o Bloc Party, y aún a cierta distancia de megabandas como Muse o Coldplay.

La banda de Alex Trimble empezó arrollando con I Can Talk y a continuación siguió repasando su primer disco: Undercover Martyn, Cigarettes in the Theatre... Poco a poco fue mostrando su apego por la música disco, el falsete y los arreglos setenteros —Are We Ready? (Wreck) o Bad Decissions— y al final volvió a complacer al público con el el pop sofisticado de su segundo disco —Sun, Sleep Alone, Next Year— y, sobre todo, las guitarras afiladas de su debut: Do You Want It All, Something Good Can WorkEat That Up, It's Good for You y What You Know.

Manel 'samplea' a J Balvin

Pese a coincidir con los cabezas de cartel, los gallegos Novedades Carminha congregaron a una enorme cantidad de fieles y obsequiaron a quienes se apuntaron a última hora con Lento (en versión jam session) y con la infalible Verbena.

Tampoco decepcionó Manel, que jugaba en casa y, ante el reto de volver a seducir a un público ante el que ya ha actuado varias veces, salió al ataque con una mezcla de temas nuevos (Tipus suite), fondo de armario (Jo competeixo, Ai, Dolors, Boomerang, Teresa Rampell) y, sobre todo, un sorprendente trabajo de reinterpretación que les ha llevado a rescatar Al mar. Eso sí, transformándola por completo con un sample de Mi gente de J Balvin. Un hit reciclado con el que sorprenden (como ya hicieron con sus versiones de Shakira o Pulp) y ante el que Guillem Gisbert dio rienda suelta a sus bailes más ridículos y divertidos.

Ya de madrugada, los valencianos Zoo exprimieron las ganas de fiesta del personal mezclando los hits de rap y electrónica de su celebrado último disco (Llepolies) con el repertorio festivo y reivindicativo que les ha convertido en una de las grandes bandas de lo que ellos mismos definieron como Païssos Catalans.

Carlos G. Cano

Carlos G. Cano

Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...

 
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