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Oriol Junqueras, el papa republicano

El político poco habitual tiene más que asumido que estas elecciones tienen poco de normal

Oriol Junqueras. / Patricio Realpe (Getty Images)

Oriol Junqueras.

Barcelona

No es habitual que un extrabajador de los archivos secretos del Vaticano pueda ser president de la Generalitat, y tampoco lo es que el cabeza de lista de un partido con opciones de gobierno haya pasado el último mes en una cárcel, en la que ha dedicado su tiempo "a la reflexión y la oración". No es habitual, pero seguramente Oriol Junqueras tampoco es un político normal. Sólo así se entiende que un vicepresidente de la Generalitat afirme públicamente y sin ruborizarse que "el junquerismo es amor". Él lo ha hecho y lo ha reiterado. Que el junquerismo es amor.

Nació en Barcelona en 1969, estudió en el Liceo Italiano y desde los dos años reside en Sant Vicenç dels Horts, ciudad de la que fue alcalde entre 2011 y 2015. Es licenciado en Historia Moderna y Contemporánea y doctor en Historia del Pensamiento Económico, y en el ámbito laboral ha ejercido como profesor en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), una faceta que espera retomar cuando deje la política. "Debo trabajar para que el día en que yo no esté nadie me eche de menos", ha esgrimido en varias ocasiones.

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También ha colaborado como experto en varios medios de comunicación, ha escrito una decena de libros divulgativos sobre Historia y Economía, y ha dirigido el digital Directe.cat. Ahora bien, seguramente su trabajo más llamativo ha sido el de investigador en los archivos secretos del Vaticano. Creyente, católico confeso, Junqueras llegó a coincidir allí con el entonces cardenal Ratzinguer -actual papa emérito-, que estaba al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Además, ha sido promotor de Sobirania i Progrés, una plataforma creada en 2006 que reivindica el derecho a la autodeterminación de Catalunya. "Antes que independentista soy demócrata, y por eso quiero un referéndum" es una de sus proclamas más habituales.

Dos años antes, en 2004, inicia su carrera política como concejal de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en el ayuntamiento de Sant Vicenç dels Horts. En aquel momento lo hace como independiente y, de hecho, no se afilió al partido hasta finales del 2010. Tras unos años en la oposición, en 2011 logró la Alcaldía de la ciudad, gracias a un pacto con ICV y CiU, y, ya en las siguientes municipales, los republicanos se convirtieron en la primera fuerza del consistorio. En paralelo, también fue eurodiputado.

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Estas credenciales, sumadas a un discurso de renovación y apertura, le valieron para hacerse con la presidencia de ERC en el Congreso de 2011. Junqueras cogía las riendas de un partido hundido en las encuestas tras dos tripartitos con el PSC y que ese año debía enfrentarse a las elecciones generales. Aunque varias encuestas pronosticaban cero escaños para la lista de Alfred Bosch, finalmente logró revalidar los tres escaños de Joan Ridao. Tres escaños que una legislatura atrás se consideraron un resultado pírrico, pero que en 2011 se leyeron como una victoria de Junqueras que, contra pronóstico, había salvado los muebles.

A partir de allí empezó la remontada: en 2012 Esquerra se alzó como segunda fuerza en el Parlament y, dos años después, logró la victoria en las europeas. La primera victoria del partido desde la Segunda República. Después llegaría el triunfo de 2015, aunque en esa ocasión tuvo que asumir con una pinza en la nariz Junts pel sí, una coalición con la CDC de Artur Mas que Junqueras intentó evitar hasta el último momento.

Tras unas intensas negociaciones de investidura, a principios de 2016 los independentistas conseguían formar gobierno y Junqueras llega así a la vicepresidencia de la Generalitat. Desde allí ha pilotado los preparativos del referéndum ilegal del 1 de octubre y ha contribuido a la construcción de las llamadas estructuras de Estado, entre ellas la Agencia Tributaria.

Ahora, ya con la marca de ERC y desligado de la sombra de corrupción de sus antiguos socios, el exvicepresidente aspira a que su partido vuelva a ganar unas elecciones al Parlament de Catalunya por primera vez desde el año 1936. Y aunque es verdad que el paso al frente de Carles Puigdemont ha cogido a contrapié a los republicanos, todavía confían en una victoria holgada sobre Junts per Catalunya, la lista electoral del PdeCAT.

Los de Junqueras desean, en primer lugar, que el independentismo alcance la mayoría absoluta, pero están convencidos que para que la siguiente legislatura tenga un claro acento social su candidatura debe liderar el Govern. "Queremos hacer República y recuperar leyes como la de lucha contra la pobreza energética", defienden en el centro de mando del partido.

Lo que no está tan claro es quién debe ser el candidato de Esquerra a la Presidencia. La primera opción es que lo sea Junqueras, pero si su situación judicial lo impide tomará el mando la secretaria general, Marta Rovira. En una carta desde la cárcel el propio exvicepresidente la definió como una mujer "que no se rinde, con determinación y convencimiento inigualable, sensata, audaz y terca, pero también dialogante y pactista".

Sin duda, no es muy habitual ver a un cabeza de lista que lidera las encuestas señalando a su número 2 como candidata a la Presidencia. No es muy habitual, pero Junqueras, el político poco habitual, tiene más que asumido que estas elecciones tienen poco de normal.

 
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