El absurdo juicio a las langostas y los efectos de sus plagas en el campo
Relatamos el proceso judicial contra una plaga de langostas en el siglo XVII y los graves daños que produjeron estos insectos en San Clemente en el siglo XVI
Cuenca
En el espacio Así dicen los documentos que emitimos cada jueves en el programa Hoy por Hoy Cuenca, esta semana Almudena Serrano, la directora del Archivo Histórico Provincial de Cuenca, nos ha hablado de plagas de langosta y de un absurdo juicio en el que se procesaron a estos insectos acusados de daños a la agricultura.
El absurdo juicio a las langostas y los efectos de sus plagas en el campo
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Cuando mencionamos los daños de insectos, lo primero que nos viene a la cabeza es la octava plaga de langosta que invadió el país de Egipto y que se describe en el Libro del Éxodo donde tenemos una primera descripción de cómo era una de estas catástrofes: ‘Se posó en todo el territorio egipcio, en cantidad tan grande como nunca había habido antes tal plaga de langosta ni la habrá después (…) Devoran toda la hierba del país y todos los frutos de los árboles que el granizo había dejado; no quedó nada verde ni en los árboles, ni en las hierbas del campo de toda la tierra de Egipto’.
Estas plagas, que a lo largo de la Historia han sucedido, están bastante bien documentadas en los Archivos españoles para el período de la Edad Moderna y algún ejemplo tenemos en la provincia de Cuenca como detallamos más adelante.
A largo de los siglos sucedieron cosas verdaderamente asombrosas si las analizamos desde nuestra mentalidad actual, pero no debemos olvidar que cuando nos enfrentamos a hechos históricos tenemos que quitar todos nuestros esquemas de análisis, a ser posible, e intentar comprender por qué se afrontaban estas calamidades como ellos lo hicieron.
Mentalidad medieval
En la Edad Media, la visión que se tenía del Orden Natural, cada cosa y cada criatura tenía su lugar en el Cosmos, además de una misión que cumplir, y si esa tarea no se realizaba adecuadamente, lo que ellos interpretaban era que se quebrantaba ese orden, con lo que el animal merecía un castigo, con un juicio previo.
La teoría del animalismo sostiene la convicción del hombre antiguo de que las cosas, incluidos los animales, tienen alma y que dentro de ellos espíritus poderosos se esconden en ellas, según escribió Hans Kelsen.
Juicios a animales
El historiador Friedrich Heer da cuenta de un juicio muy curioso. Si la culpabilidad de los animales se probaba, éstos merecían castigo, como así sucedió a unos abejorros que arrasaron las cosechas en Basilea, en el año 1478. Y otro caso de proceso celebrado en Autun, una población francesa en la región de Borgoña, a mitad del siglo XVI contra unas ratas.
En la diócesis de Oviedo hubo una plaga de ratones en todo su territorio. Los roedores no sólo fueron conjurados, sino que también fueron procesados y les ahuyentaron a lo más alto de los montes, en la idea de que el castigo que merecían era el destierro.
Juicio a las langostas
Nos trasladamos al año 1650, a un pueblo de Segovia, en que sucedió un episodio procesal que incluyó Francisco Tomás y Valiente en uno de sus excelentes libros. Las langostas tuvieron su abogado defensor en el proceso que se inició por el procurador fiscal, que fue Manuel Delgado, cura bachiller.
El fiscal argumentó que de aquella plaga ‘les viene mucho daño a las Ánimas del Purgatorio porque menguándose los frutos de la tierra no se hacen como se debe los sufragios por ellas, así de obligación como los voluntarios’. Es decir, que los feligreses no podían contribuir en especie a las Ánimas del Purgatorio porque la cosecha se la comían las langostas.
Los sufragios eran obras pías, generalmente en forma de misas que se aplicaban a las almas de los difuntos para que salieran del Purgatorio. Aquí es preciso volver a recordar que se intenten situar en la mentalidad tan religiosa de aquella época, con el fin de no caer en juicios vacíos y fáciles.
Además, antes de llegar a denunciar a las langostas, se hicieron contra ellas ‘todas las diligencias ordinarias que tiene nuestra Santa Madre Iglesia de conjuros, exorcismos, bendición de los campos y mieses, con agua bendita…’. Y como las langostas no obedecían, no hubo otra solución que acudir a ‘hacer el último remedio y el que han hecho en casos semejantes Prelados y Obispos doctos y santos, que es descomulgarlas, haciéndolas proceso y causa, nombrando procurador de su parte que las defienda y levantando Tribunal a donde se siga la causa por las partes y se dé sentencia, según lo alegado y probado’.
Veamos qué fue lo que se solicitó al Juez eclesiástico por parte del Fiscal: ‘Pido que las palabras que contra ellas se pronunciaren de excomunión sean y sirvan como conjuro fuerte y deprecación a la Divina Majestad para que cesen de hacer daño, como ha sucedido en otras ocasiones que las han descomulgado’.
Por supuesto, el juez eclesiástico admitió la querella como en otras ocasiones y mandó ‘que se nombre procurador de parte de la dicha langosta y que parezca en juicio a defenderla’.
¿Y cómo defendió a las langostas su procurador? ‘Que es verdad que se hace mucho daño por parte de la langosta, así el año pasado como este; pero hay muchas razones y justas para ello, que como vuestra paternidad sabe, estos animales y langostas son animales sin uso de razón, hechas y criadas por sola la virtud de Dios para los fines que Él sabe, y por su mandato y orden viven y se conservan y comen lo que su natural les dicta y propone, y así han comido, porque es su mantenimiento propio, en lo cual no tienen ellas culpa alguna’.
Y, finalmente, en su exposición, esto fue lo que pidió el procurador de las langostas al juez eclesiástico: ‘Fuera desto puede ser que lo que hacen sea por mandado de Dios, a lo cual no se puede resistir; por tanto pido a vuestra paternidad se haga en esa causa piadosamente y la juzgue con justicia’.
Pero, el fiscal, en réplica al alegato de la defensa de las langostas dijo lo siguiente: ‘Aunque es verdad que las dichas langostas son criadas por virtud de Dios, como lo dice la petición del Procurador, y aunque han menester sustentarse, pero sustento suyo es la yerba de los caminos y campos baldíos y otras partes que no sirven a los hombres, y para limosna de los pobres y para ofrenda de las iglesias y de sus ministros, y hacer bien por las Ánimas del Purgatorio, y otras cosas convenientes’.
Es decir, que las langostas se podían comer las hierbas que no servían al consumo humano ni a los donativos que ofrecían los feligreses, pero, claro, las langostas no saben cómo discriminar lo que comen porque ellas comen lo que encuentran.
Y continúa el fiscal: ‘Y en caso de que lo hayan de comer o las langostas o los hombres, y juntamente servir para las cosas susodichas, es justicia y razón que ellas se queden sin su sustento y comer, que no los hombres’.
O sea que, según el fiscal, ante la disyuntiva de quién come primero por más necesario, los hombres o las langostas, lo tenía claro.
Y llegamos a la sentencia del caso: ‘Mirando la razón del Derecho y de todo rigor de justicia, fallamos que debemos de condenar y condenamos a la dicha langosta, así a la presente como a la venidera, a que sea desterrada de todos los términos y lugares desta Abadía y de qualquiera parte que pueda hacer daño, y no vuelva jamás a los dichos términos, y la damos de término tres días naturales, en los cuales no hará ningún daño, lo qual lo mandamos en virtud de Santa obediencia y so pena de excomunión mayor’.
Comprenderán todos que las langostas siguieron a lo suyo y como transcurridos tres días no se fueron, se volvió a dar otra sentencia conminando a la langosta a que se marchase en veinticuatro horas ‘a los montes y lugares silvestres y baldíos a donde tendrán su mantenimiento necesario, dexando el que es propio de los hombres y ganados’.
Porque no sólo se acababa la cosecha para las personas sino que los animales, con lo importantes que resultaban en siglos pasados para el trabajo y consumo humano, tampoco tenían qué comer, con lo que el desastre era general.
Plaga de langosta en San Clemente (Cuenca)
El 17 de mayo de 1548, Carlos I ordenó al Gobernador del marquesado de Villena que, de común acuerdo con la villa de San Clemente, tomase las medidas necesarias para combatir la plaga de langosta. El documento del rey dice así: ‘Sepades que Tristán Calvete, en nombre del conçejo y vezinos de la villa de San Clemente, nos hizo relaçión diciendo que en los términos della ay al presente grandísima cantidad de langosta, y como el año es falto de yerbas, haze mayor daño que otras vezes en los trigos, que ya no ay otra cosa que coma, porque las çevadas y çentenos se an perdido con la falta del agua, a cuya causa se avía encaresçido el pan desordenadamente, y procuravan para algund remedio dello, de matar la dicha langosta, porque no se acabase todo de perder…’.
Aquí no se andaban con juicios ni amonestaciones a las langostas, directamente intentaban matarlas. El emperador fue bastante más expeditivo que el juez eclesiástico a la hora de acabar con el desastre de las langostas. Y lo que resolvió Carlos I fue lo siguiente:
‘Vos mandamos que luego que con esta nuestra carta fuéredes requerido, veáys lo suso dicho e llamados los alcaldes, regidores e vezinos de la dicha villa de San Clemente, platiquéis y confiráis con ellos la horden que será bien que se tenga para matar la dicha langosta. Y platicado y conferido, lo proveáys de manera que el daño que podrá hazer çese y evite, y enbiad ante los del nuestro Consejo relaçión de lo que sobre ello hiziéredes y proveyéredes porque nos sepamos en cómo se cunple nuestro mandado…’.
Pero sabemos que la plaga de langosta no mejoró. Según la documentación que se conserva en el archivo del ayuntamiento, en los años siguientes se gastó mucho dinero para actuar sobre el terreno contra tan maligno y devorador insecto. En el año 1549, al siguiente de la resolución del rey, se puso precio a la cabeza de la langosta: ‘Platicóse que hay mucha cantidad de langosta, que busquen dineros prestados, que se pregone que a dos maravedís se dará por cada celemín de langosta’.
‘Dixeron que el señor juez de comisyón les a mandado que hagan arar las tierras e añojales desta villa en que aya langosta aovada e que se are con todas las mulas de lavor que ay en esta villa e que se dé a cada par de mulas que oviere de arar en los baldíos del conçejo dos reales y medio por cada un obrada…’.
Y en el año 1551 aún estaban intentando liquidar a la langosta: ‘Platicóse que en los términos desta villa ay langosta aovada e conviene se tenga diligençia en matalla. Mandaron que mañana, sábado y el domingo siguiente, salgan todas las personas desta villa que puedan trabaxar a coger la dicha langosta e la traygan a esta villa para que se mida la que truxeren e se les pagará lo que fuere justo’.
Tenemos que decir que estas plagas también azotaron otros pueblos en sucesivas ocasiones. El campo siempre ha estado expuesto a las inclemencias que llegaban en forma de escasas lluvias, granizos, temporales y voraces insectos como hemos contado, todo ello con desastrosas consecuencias socioeconómicas.