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"El problema es que no tiene lógica": Leo Harlem se pone serio y dice lo que no soporta de los restaurantes

Mucho antes de hacerse famoso con los monólogos, trabajó como panadero y camarero

Madrid

Leo Harlem es uno de los monologuistas que más nos han hecho reír en los últimos años y, aunque suele fijarse en un sinfín de situaciones cotidianas, en casi todos sus shows incluye referencias a la cocina o a la vida en los bares. Algo que también practica en Leo Talks, un programa con el que resulta imposible no soltar una carcajada detrás de otra y que, con títulos tan sugerentes como Fiebre por viajar, Hogar, dulce hogar o Víctimas de las modas, acaba de estrenar su tercera temporada de Movistar.

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También hay un Leo Talks dedicado a los Foodies en el que, entre otras cosas, se ríe de que, mientras que en España hay gente perfectamente capaz de distinguir un dimsum de una gyoza y de un dumpling, la gran mayoría sigue pensando que se trata de "empanadillas sin freír".

"Me gusta mucho la comida y vivimos en un país excepcional", reconoce en la entrevista concedida a Gastro SER. "Yo no soy foodie. Me gusta lo normal y, si un amigo me dice que no coja croquetas porque quiere hacer una foto, yo le contesto que ya llevo dos. ¡Demasiado flaco estoy!".

Platos de pizarra y mesas que se clavan

Al preguntarle de dónde saca los chistes, reconoce que hay una "gran parte de observación y una gran parte de la experiencia personal". Uno de sus monólogos preferidos de El Club de la Comedia, de hecho, se inspiró en algo que vio en un suplemento dominical. "Hablaban del 'cocido revisitado de Arzak', que era una sopa con dos garbanzos flotando, así que empecé a darle vueltas... Me pasa lo mismo con los platos cuadrados: ¡se suicidan la mitad las croquetas!".

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A Leo Harlem tampoco le gusta tener que cortar el chuletón sobre un plato de pizarra porque "hace un chirrío espantoso", pero normalmente opta por "darle la vuelta" a su indignación para reírse él y, a continuación, hacer reír a los demás.

No le faltan ideas, desde luego: "Hay sitios en los que, en vez de poner mantel, te encuentras una mesa de vidrio con el borde afilado y, al apoyar los brazos, ¡se te duermen las falanges! En otros te hacen beber en jarras que son como tarros de conservas y que tienen un borde que no se adapta al morro. ¡Si el vaso ya estaba inventado! O te ponen un decantador que está muy bonito, pero en el que hay que meter la escobilla del váter, como si fuera un castor persiguiendo una avellana. ¡Pon una jarra de vino de las de toda la vida!".

"Una anaconda en el estómago"

Aunque lo cuente de forma divertida, sabe de lo que habla: "He ido muchas veces a restaurantes de alta cocina, pero ¿sabes qué problema le veo? La alta cocina peca de una cosa: que no es lógica. El proceso digestivo de un mamífero superior, como es nuestro caso, puede durar una hora y media o dos, pero no más porque se satura el cuerpo y la cabeza. Tú no puedes ir a las 2 y levantarte a las 6. ¡Eso es una agresión al cuerpo!".

El humorista leonés reconoce que "hay platos excepcionales", pero propone que "en vez de rellenar un menú degustación para justificar los 300 pavos", sería preferible ofrecer "las cuatro joyas de la corona" y cobrar 80: "Entiendo que te quieran impresionar, pero el proceso es demasiado largo y lo exageran. ¿16 platos con maridaje? Acabas con una anaconda en el estómago y ya no sabes si te has comido la trufa revuelta, la cascarilla loca o la gamba que pasó por aquí... Claro, no me extraña que la gente tenga que hacer fotos porque, si no, no se acuerda".

Gastro SER | Entrevista a Leo Harlem

56:36

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Leo Harlem asegura que "con unas almejas a la sartén y una tajada de merluza espectacular", no necesita más. Su gran especialidad en la cocina, de hecho, son los guisos marineros: patatas con almeja, porrusalda con bacalao... De hecho, prefiere usar un cazo o una sartén que una "satisfryer", y también le encanta ir al mercado ("el ambiente es muy bonito y ver un mero en la pescadería con la boca abierta es toda una bendición") o fregar y secar los platos a mano.

Pero, aunque ya se lo han propuesto, no participaría en MasterChef Celebrity: "¡Son muchas horas! Ese programa es muy exigente y hay mucha tensión porque quieren que polémica. A mí, si me pides que hagas migas en un pueblo para 400 personas... y me quitas los ingredientes... ¡Al final te quito yo a ti el conocimiento!".

Panadero y camarero

Lo que mucha gente no sabe es que trabajó durante 12 años en una panadería. Un trabajo que le gustaba, pero que acabó dejando para trabajar como camarero en el negocio de unos amigos. Su nombre artístico (Harlem), de hecho, lo adoptó por el bar en el que trabajaba. "Lo mejor de todo es el camarero guinidlla que va haciendo tiqui-tiqui, tiqui-tiqui con el bolígrafo", dice. "Ni tablet, ni los que dicen que se acuerdan y luego, de tres cosas, se equivocan en dos. ¡Boli siempre!".

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Al preguntarle por sus restaurantes preferidos, menciona el cocido, el menú del día y el ambiente familiar de Casa Alonso (Madrid), cerca del Parque Calero, y también los asados del Mannix (Campaspero, Valladolid). Pero si tiene que quedarse con uno, por encima de templos con tres estrellas como Martín Berasategui o Quique Dacosta, se queda con uno que ya ha cerrado: el Zuberoa de Hilario Arbelaitz. "Es que no era un alarde permanente... La voltereta la daba el cliente, no él".

Su carrera como actor también le ha servido para explorar a fondo la gastronomía española. Aún se acuerda, por ejemplo, de las longanizas, el chocolate o el queso de la Ribagorza (Huesca), donde rodó Villavicosa. La famosa paella de Arturo Valls, en cambio, aún la tiene pendiente. Pero si hay un recuerdo gastronómico que le sigue emocionando es el de las visitas al huerto de su abuelo.

Carlos G. Cano

Carlos G. Cano

Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...

 
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