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Comer bien en agosto está chupado (si sabes estas cuatro cosas)

Tomates en todas sus variantes, patatas asadas a la lumbre o en horno y langostinos con sus acompañamientos. De postre, ve poniendo una jugosa sandía en la nevera: no vas a necesitar más

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Todo al rojo

Por fin ha llegado el momento del año más deseado para los tomatófilos, la época en la que estos frutos se encuentran en la mayoría de sus variedades con el mejor color, aroma y sabor posibles (menos el delicioso raf, una variedad de invierno que aún tardaremos un poco en volver a disfrutar). Mientras tanto tenemos tomates de pera, tomates pimiento, los delicados rosa de Barbastro, cherry de pera, feos de Tudela -pero muy bonitos por dentro- y un montón de variedades que pueden ser de distribución nacional o cultivarse en una zona concreta (y quedarse por allí cerca).

Para preparar una buena ensalada con ellos, escoge tres variedades de diferentes características. Si uno es más ácido, otro más dulce, el de allá más prieto y otro más carnoso se complementarán, y harán que el plato sea una fiesta. A partir de aquí puede ser tan sencillo o sofisticado como te apetezca: desde un buen chorro de aceite, cebolla tierna, algo de sal y a mojar pan hasta jugar con encurtidos, quesos tiernos o secos, hierbas como el cebollino, la menta o el perejil, bonito, melva, sardinas, anchoas o aliños más o menos especiados. Si el tomate no está frío de la nevera notarás mucho mejor su sabor, así que si eres de los que los conservan en frío intenta acordarte de sacarlos un poco antes.

Patatas, deliciosa sencillez

¿Eres de los que se pasan media hora dando vueltas alrededor de la barbacoa en lugar de lanzarte al cordero porque te enloquecen las patatas asadas? Bienvenido al club. Para seguir manteniendo esta historia de amor, recuerda usar una patata Kennebec, agria o de la variedad flamenco (o una Monalisa si no tienes muchas opciones a mano, aunque después tendrás que aliñarla un poco más porque tiene menos sabor). Como esta última también es más húmeda que las anteriores, puedes tomarla con mantequillas muy especiadas o con hierbas aromáticas, que le darán la enjundia que les falta e irán muy bien con su carnosidad.

Las patatas más secas y de piel más gruesa quedan muy bien con aliños cremosos que después podamos mezclar con su carne. Por ejemplo, los que tienen como base crème fraîche, queso quark o un yogur espeso como el griego o el labneh. Si no tienes nada de eso a mano, siempre puedes congelar yogur natural sin edulcorar y dejar que se descongele sobre un colador fino para que se separe su fase líquida. Ya tienes una base a la que añadir sal, pimienta, algo de aceite y cebolleta picada. Solo queda hacer un corte en cruz sobre la patata, quitar la piel, romper un poco el interior con un tenedor y servir una generosa cantidad de nuestra salsa.

Langostinos por aquí, gambas por allá

Las gambas y langostinos son un clásico de la cocina de verano, especialmente si estás de vacaciones cerca del mar. Cocerlos no es difícil y el resultado suele estar a años luz de los comprados: quedan mucho más jugosos (aunque también son mucho más delicados, porque se estropean ráìdamente). Si lo haces en agua salada solo hay que respetar el tiempo: tres minutos en agua hirviendo con un puñado de sal, apagando el fuego al poner los langostinos, tres minutos más en agua con hielo para cortar la cocción, y cuando vuelvan a estar a temperatura ambiente ya están listos para comer. Una sencilla mayonesa aligerada con zumo de limón -o naranja, si no os gustan los sabores muy ácidos- y un toque de perejil picado será ideal para mojarlos.

Las gambas, más sabrosas y delicadas, se llevan muy bien con la plancha; para poder disfrutar de su característica textura melosa lo ideal es dejarlas al punto cocinándolas, si son medianas, un par de minutos por cada lado a fuego medio. Si solo vamos a usar su cuerpo -por ejemplo, para un carpaccio o tartar- podemos añadir el sabor del coral al plato. Salteando las cabezas en un poco de aceite, aplastándolas con un mortero y flambeando con un poco de coñac conseguiremos lo más parecido a la esencia de una gamba. El recurso de aprovechamiento definitivo.

Ni un día sin sandía

Llenar un bol de sandía roja, carnosa y fresca -aunque no fría del todo para que no pierda el sabor- anticipa uno de los mejores tentempiés del verano (y esto es válido para cualquier hora del día). Si te acuerdas de tener una tartera con trozos cortados en el congelador, podrás improvisar bebidas frías, batidos y hasta cócteles en unos segundos con ayuda de la batidora. Con menta fresco, vodka y lima tendrás un trago corto para el aperitivo o el atardecer, con té verde y albahaca uno largo y sin alcohol y con un yogur y otras frutas de temporada un postre, merienda o desayuno. No endulces la bebida antes de probarla: dependiendo de las frutas que hayas usado es muy probable que no lo necesite.

 
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