"Tenemos que transformar nuestro carro de la compra en un carro de combate"
José Esquinas, ingeniero agrónomo de formación, trabajó durante más de 30 años en la Agencia de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
José Esquinas (Ciudad Real, 1945) es un sabio que trabajó para la FAO durante más de 30 años y que actualmente dirige la Cátedra de Estudios de Hambre y Pobreza en la Universidad de Córdoba. Su especialidad es la diversidad biológica agrícola y explica que en el siglo XX se perdieron más del 90 % de la variedades tradicionales de cultivo. Lamenta que en España tiremos a la basura, "sin ni siquiera llegar a abrirlo, el 30 % de todo lo que compramos" y no vacila al denunciar que la reducción de la ayuda al desarrollo es "una mezquindad". Al hablar combina la ternura de un abuelo con la indignación de quien le ha puesto cara a las cifras del hambre. También colabora con la campaña 'Alimentos con poder' de Intermón-Oxfam.
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¿A qué poder se refieren los de Intermón-Oxfam?
El hambre va más allá de tener el estómago vacío. Una persona hambrienta no puede desarrollarse en ningún sentido. No puede aprender a leer, ni trabajar para ser autónomo...
El hambre y la gastronomía son dos caras de una misma moneda: opuestas pero inseparables...
En ambos casos estamos hablando de alimentos, desde luego. En 2005 el número de obesos superó por primera vez al de hambrientos y da hasta vergüenza decirlo pero en los países desarrollados se está gastando más dinero en adelgazar que en comer. Pero las recetas de la abuela, la base de la gastronomía, son algo milenario. Hambre y gastronomía son conceptos complementarios.
¿Nos hemos vuelto insensibles al hambre en el mundo? ¿Se ha convertido en un tópico con el que ya contamos?
Algo de eso hay, desgraciadamente, y se me ocurren dos factores que lo explican: primero, que ya nos hemos acostumbrado a las cifras y, segundo, que el hambre no es contagiosa.
¿Qué pasaría si el hambre fuese un virus?
Fíjate en la gripe A. Invertimos miles de millones de dólares. Dinero suficiente para erradicar el hambre durante 30 o 40 años. ¿Sabes cuánta gente ha muerto de gripe A? 17.000 personas.
¿Me compara las cifras?
En 2008 superamos por primera vez los mil millones de hambrientos y eso significa que cada día mueren de hambre 40.000 personas. ¿Por qué no nos sensibilizamos ante eso? El mundo se gasta en armamento 4.000 millones de dólares al día. Me salen 100.000 dólares por cada muerto de hambre... ¡Pero hay más! Según datos de la FAO, con la producción actual se podría alimentar al 160 % de la población mundial. El problema es la voluntad política.
¿La solución pasa por grandes acuerdos internacionales en materia de comercio?
El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han intentado imponer soluciones únicas pero hay que analizar las causas y tener en cuenta los factores agroecológicos, la cultura... ¡Promover la soberanía alimentaria es fundamental!
¿Qué opina de los biocombustibles?
¡Es algo terrible! O alimentos para las personas, o a alimentos para los coches.
Usted fue uno de los artífices del Tratado Internacional de Recursos Fitogenéticos para la Agricultura y la Alimentación. ¿Qué objetivos perseguía el acuerdo?
La conservación de la biodiversidad en los cultivos, su uso sostenible y la distribución justa de los beneficios.
¿Se están cumpliendo?
La negociación duró 25 años y el acuerdo entró en vigor en 2004. Hace falta voluntad política para desarrollar los reglamentos. Estamos a mitad de camino.
¿Considera ese acuerdo como su obra maestra?
En eso he invertido buena parte de mi energía vital y lo considero clave en la lucha contra el hambre. Me siento muy orgulloso, la verdad. Lo que en los años 80 parecía una utopía hoy son artículos de un Tratado Internacional.
Sostiene que hay que combatir el hambre por cuestiones de seguridad...
El hambre es incompatible con la paz. La crisis alimentaria de 2008 coincidió con revueltas en más de 60 países y, en varios de ellos, cayeron los gobiernos. En 2011 hay otro repunte de la carestía y surge la Primavera Árabe. El hambre desestabiliza. Acabar con ella no ha de entenderse solo como una cuestión de solidaridad, sino como un ejercicio de egoísmo inteligente.
Ahora Carrefour presume de proveerse de pequeños productores de la zona. ¿Va calando la filosofía Slow Food?
Lo que quiere Carrefour, como cualquier otra empresa, es satisfacer al que paga. La cuestión es qué tipo de demanda hacemos. Tenemos que transformar nuestro carro de la compra en un carro de combate. Todos somos consumidores y, si nos unimos, podemos conseguir lo que nos propongamos. Slow Food ha influido mucho, desde luego. Carlo Petrini escribió un libro sumamente interesante, hace unos años. Se llamaba Bueno, limpio y justo. La idea es que cuando vas al supermercado elijas algo de calidad pero que haya sido producido de forma sostenible, para no robarle la herencia a nuestros hijos, y sin esclavos de por medio. El pequeño agricultor está adquiriendo la importancia que se merece. La que ha tenido siempre...
El sector de la restauración, y en especial el de la alta cocina, es muy solidario. ¿Remordimientos de conciencia?
Deseo que no se deba solo a eso. Los cocineros saben que la diversidad de sus platos depende de la diversidad de los cultivos y hay productos muy infrautilizados. La quinoa, por ejemplo. El resurgir de los platos tradicionales y del alimento fresco nos lleva a consumir producto local. Muchos restaurantes ya se han adherido al movimiento kilómetro 0. La alta cocina reivindica la importancia de los alimentos y eso es muy bueno.
¿Veremos el fin del hambre en el mundo?
De eso depende nuestra subsistencia. El hambre en África nos afecta. Es el caldo de cultivo de la violencia internacional. O acabamos con el hambre, o el hambre acaba con nosotros.
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Carlos G. Cano
Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...