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Conciliación laboral

Por qué las madres se sienten culpables si no cocinan y por qué hay tan pocas mujeres con estrella Michelin

Maika Ávila, autora de 'Conciliaqué', reflexiona sobre los ingredientes de la conciliación y sostiene que "la alimentación de nuestros abuelos está mitificada"

Maika Ávila, cocinando ideas sobre conciliación. / CADENA SER

Madrid

Solo por su doble condición de madre y periodista, Maika Ávila (Granada, 1977) ya tenía mucho que contar sobre conciliación, pero antes de ponerse a escribir un libro decidió escuchar a quienes, para bien o para mal, más saben sobre este asunto. A una mujer a la que echaron del trabajo solo por ser madre y a otra que no se queda embarazada por verlo incompatible con un ascenso. También a muchas expertas: filósofas, matemáticas, psicólogas, periodistas, antropólogas...

En Conciliaqué. Del engaño de la conciliación al cambio real (Litera Libros, 2019), Ávila reflexiona sobre algo que, a priori, genera mucho consenso, pero que por diferentes motivos –presupuestos, legislación, precariedad laboral o sentimientos de culpa, entre otros– nunca se acaba de implantar. Buena parte de su trabajo en la Cadena SER sigue esa misma línea: la nueva masculinidad de los millenials, los derechos laborales de los padres durante el estado de alarma...

Pero este viernes a las 18.00, a través de Instagram Live, conversará con la dietista-nutricionista infantil y familiar Rebeca Pastor. Una charla centrada en el papel que juega la comida en el gran asunto de la conciliación: qué comprar, cómo cocinarlo, cuándo compartirlo... De todo ello habla también en esta entrevista.

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¿Qué entendemos exactamente por conciliación? ¿Se está abusando del término?

El neoliberalismo se apropia de todos los términos, también de la conciliación, que pierde su significado inicial. Conciliar no es otra cosa que un equilibrio personal entre los distintos ámbitos de tu vida y que te provoquen bienestar. Un bienestar individual es capaz de construir un bienestar social.

En las últimas décadas, la alimentación de los españoles ha empeorado al mismo ritmo al que la mujer se iba incorporando al mercado laboral... ¿Una buena política de conciliación facilitaría que volviéramos a comer de forma saludable?

Observo cierta mitificación en la alimentación de nuestros padres o abuelos. Muchos abusaban de embutidos y fritos; y las verduras no eran siempre el plato fuerte. Basta observar la poca creatividad a la hora de elaborarlas en el pasado: cocidas y blandurrias. No les prestaban atención. Aún tengo pesadillas con el olor a coliflor cocida de mi infancia. Ahora la hago al wok o al horno.

Maika Ávila.

Maika Ávila. / CADENA SER

El cómo comes ahora tiene mucho que ver en cómo comías de pequeño. La tradición familiar marca. Cuando creces tiendes a reproducir los platos que te hacían. Algunos los veneras y se convierten en tu particular magdalena de Proust. La incorporación masiva de la mujer al mercado laboral influyó en la alimentación familiar y en algunos casos la empeoró. En otros, no. La mujer sumó a la tarea de salir a trabajar fuera de casa lo que ya hacía en casa. Resultado: una sobrecarga brutal y profundamente injusta. Una buena política de conciliación facilitaría un mayor bienestar personal y social. Y eso incluye, alimentarse mejor.

¿Hay sentimiento de culpa entre las madres? En tu opinión, ¿también entre los padres?

El sentimiento de culpa siempre está ahí. Son generaciones y generaciones de tradición judeocristiana. Y ahí la mujer siempre ha llevado las de perder. Somos las culpables del pecado original. Nos comimos la manzana. ¿Qué más se puede pedir?

En el libro invito a intentar sacudirnos, todas y todos, el sentimiento de culpa. Pero no es fácil, porque la culpa es una trampa social muy bien urdida que nos atrapa. A veces es mas cómodo sentirse culpable que dar el paso hacia la liberación mental.

Conciliaqué y la alimentación, con Maika Ávila y Rebeca Pastor.

Conciliaqué y la alimentación, con Maika Ávila y Rebeca Pastor. / CADENA SER

¿Qué trucos funcionan para conciliar, cocinar y comer de forma saludable?

A mí me funciona tener en la nevera y en la despensa ingredientes ricos y saludables. Un horno, una sartén o una cacerola y pensar qué puedo sacar de ahí. Como mucho, pienso el día anterior que voy a comer al siguiente por si tengo que comprar o sacar del congelador. Los fines de semana me da placer hacer en familia una receta nueva.

Los nutricionistas recomiendan planificar los menús de la semana para comer sano y equilibrado. A mí me cuesta saber el lunes qué me va a apetecer el jueves.

Con los horarios de la hostelería es bastante difícil conciliar. ¿Has hablado de ello con alguna camarera o cocinera?

He conocido cocineras con los hijos ya mayores que tenían que salir adelante y han optado por los fogones. Camareras que han dejado de trabajar al ser madres por los horarios imposibles y la precariedad laboral.

Lo de los horarios te tiene que compensar. Por lo que sea. Por la satisfacción que te produce la labor que desarrollas. Por lo que cobras. Pero si no, lo lógico es que no sigas. Creo que la hostelería es un sector muy sacrificado.

¿Dirías que eso explica que haya tan pocas mujeres chef con estrella Michelin?

La cocina es una muestra más de cómo hasta en un desempeño tradicionalmente femenino como es la cocina es el hombre el que triunfa a nivel social y profesional. ¿Por qué? Para empezar es el que ha podido formarse, estudiar, el que ha tenido tiempo para pensar y ser creativo como Ferran Adrià o los hermanos Roca.

¿Cómo ha afectado el confinamiento del coronavirus a la conciliación?

La ha dinamitado. Sin colegio, sin abuelos, se ha convertido en una auténtico infierno.

Me quedo con lo que decía una guía del Gobierno canadiense a la población. No recuerdo la literalidad pero era algo así: "Usted no está teletrabajando. Está en casa, trabajando y cuidando a su familia en una situación de crisis global. Cuide su estado emocional y cuide a los suyos". Esta pandemia nos ha dejado noqueados en muchos sentidos.

¿El ingreso mínimo vital puede mejorar la conciliación?

Va a ayudar a las personas y familias más vulnerables, como las monomarentales. Un 36% de las solicitudes pertenecen a este sector de la población. Sin unos ingresos dignos no hay conciliación posible. Porque la conciliación, en realidad, no existe, sino que es el derecho al bienestar individual y social, la legítima aspiración a ser feliz. O, al menos, a intentarlo cada uno a su manera.

Puestos a compartir momentos de calidad con los niños, ¿qué importancia dirías que tienen las tres principales comidas del día?

La importancia de no traumatizar a los hijos con el tema de la comida en general. Que si acábate el plato. Que si no comas tanto. ¡Uf, pobres niños! Revisemos primero nuestra relación con la comida para intentar transmitir mensajes claros y no confundirlos demasiado.

A partir de ahí, todo vale. Hay gente que no disfruta comiendo. Es legítimo. Y lo pasarán mejor jugando un parchís o leyendo Harry Potter con sus hijos. La comida es un vehículo más, y para mí precioso, de compartir tiempo y emociones. Pero lo que a mí me vale no tiene por qué valerte a ti. Afortunadamente somos distintos todos.

¿Qué medidas debería impulsar el Gobierno para fomentar la conciliación? ¿Los comedores escolares pueden jugar algún papel en este asunto?

Establecer normas base para que cada familia o persona que viva sola se organice según mejor le convenga. Todos tenemos derecho a conciliar. Con independencia del tipo de vida que tengamos: si vivimos solos, tenemos hijos, perros, personas dependientes o un loro.

El Estado debe facilitar la vida de las personas. No complicarla. Y para eso lo primero son unas condiciones dignas, tener dinero, acceso a un empleo. Sin eso no se pueden tomar muchas decisiones y sientes que estás renunciando a vivir tu propia vida. Y, sinceramente. Lo único que realmente nos pertenece, es nuestra vida.

Carlos G. Cano

Carlos G. Cano

Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...

 
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