"Es la aberración máxima de la insostenibilidad": por qué el pez que más abundó en los ríos españoles ya es el más escaso
Liebres, mejillones, anguilas, truchas y salmones protagonizan el ensayo 'España no es país para ríos'
Madrid
Ahora que nos enfrentamos a la peor sequía de los últimos años, miramos al cielo, medimos los embalses y nos fijamos en el cauce de los ríos. Pero el problema empezó hace mucho tiempo. El antropólogo Ramón J. Soria Breña ha convertido su último libro en un réquiem por los ríos españoles que (no solo) nos dieron de comer: un exhaustivo repaso a la relación entre iconos de nuestra geografía como el Guadiana, el Ebro, el Manzanares o el Noguera-Pallaressa, y el sinfín de especies animales y vegetales a las que han dado vida durante siglos.
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En España no es país para ríos (Alianza, 2023), Ramón J. Soria Breña habla de las perdices que pululan los márgenes del río Saona, del daño que hacen los pozos ilegales y de por qué es una mala idea que el Gobierno haya autorizado el cultivo agrícola en 600.000 hectáreas declaradas de interés ecológico. Pero también describe el gran viñedo que rodea el cauce seco del Azuer. O del festín gastronómico que se monta con los caracoles que habitan los alrededores del Estanque de Ivars.
Uno de los capítulos más impactantes, de todas formas, es el del Tiétar y las anguilas: "En 50 años ha pasado de ser el pez más abundante de los ríos españoles y europeos a ser el más escaso. Los mapas de su distribución incluían a todos los ríos. Todos. No estaba mal para ser un pez arriesgado y aventurero que desovaba en medio del Atlántico y volvía al río siendo una larva de unos pocos milímetros, una angula de seis centímetros o una pequeña anguila verdosa de 12".
Demasiadas amenazas
A las anguilas, como a los salmones (que tienen su propio capítulo), les han afectado mucho "las barreras a la migración ascendente, las centrales hidroeléctricas que las trituran o las despeñan, la pérdida del hábitat", los cambios en las corrientes producidos por el cambio climático o contaminantes como el PCB. De todas las prácticas humanas que ponen en riesgo la supervivencia de este animal tan misterioso, de todas formas, ninguna es tan sonrojante como la pesca de sus alevines: las angulas.
El autor recuerda que en España y en algunos lugares de Francia, las angulas son un "manjar exquisito" (que se mata con tabaco) por el que, hace dos años, en Ribadesella, se llegaron a pagar a 6.260/kilo. "Ya no nos comemos los alevines de ningún otro pez porque es la aberración máxima de la insostenibilidad pesquera; y sin embargo, con las angulas, quienes se las pueden permitir son unos inconscientes o inmisericordes, o les da igual", denuncia.
La pesca de anguila está regulada y su consumo es habitual, sobre todo, en Tarragona, Extremadura, Lugo y —all i pebre mediante— València . El mayor problema, desde que empezaron a escasear en Asia, son las angulas, cuya exportación está totalmente prohibida. Esta misma semana, de hecho, la Guardia Civil y la Gendarmería francesa ha llevado a cabo una macrooperación contra el tráfico ilegal de angulas que ha acabado con una treintena de registros simultáneos, 27 detenidos y la incautación de 1,5 toneladas de ejemplares vivos.
La red estaba formada por pescadores, gestores comerciales y mayoristas que extraían la angula del circuito legal para suministrárselo a ciudadanos de origen chino, quienes a su vez disponían de viveros clandestinos en Francia y Bélgica, para posteriormente transportar a Asia las angulas en las maletas que llevaban como equipaje en viajes de avión.
¿Carne de acuario y de museo?
Ramón J. Soria Breña detalla en el libro que, según el último dictamen científico del Consejo Internacional para la Explotación del Mar (CIEM) sobre la anguila euopea, "la población está fuera de los límites biológicos de seguridad y la pesca no se ejerce actualmente de forma sostenible". Es más, los estudios señalan que queda menos del 1% de las poblaciones históricas de hace 100 años así que, en su opinión, "dentro de poco solo podremos contemplar anguilas en los acuarios y en los libros de historia".
Pero que la anguila acabe ocupando un espacio en los museos de historia natural, junto a otras especies extinguidas, como los dinosaurios, es una realidad que nada tiene que ver con lo que han vivido nuestros padres y abuelos. Uno de los testimonios que aparecen en el libro es el de un pescador jubilado: "Ponías unas cuerdas con unos peces secos y al día siguiente tenías unas anguilas gordas para comer. No costaba nada. Era comida gratis y buena en esos tiempos del hambre".
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Carlos G. Cano
Periodista de Barcelona especializado en gastronomía...