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Sociedad
LOS DÍAS DE NOCHE

La historia de quienes sí recuerdan

Los años pasan y las víctimas se van, pero la memoria prometida sobre el franquismo no llega

La miliciana Marina Ginestà, sobre la terraza del hotel Colón, en 1936. / HANS GUTMANN

Madrid

Es probable que quienes nacieron en democracia sientan menos apego hacia la causa del recuerdo que quienes les precedieron. Aunque sean más libres para elegir su explicación del mundo y coquetear con un amplio abanico de ideas, el paso del tiempo tiene un efecto; y el relato de la crisis y la burocracia, que tantas luchas legítimas deja por el camino, anima a un pragmatismo que conlleva, también, olvidar. Sin embargo, hay quienes no lo hacen. Alguien ha hecho mal las cuentas si piensa que todos los hijos de la guerra y la dictadura se han marchado.

'Creían que la generación de las víctimas se marcharía en silencio'

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Los días, para estos últimos, discurren con más contundencia. Para quienes vieron marcharse y no volver a sus familiares, los más de siete años que han transcurrido desde la aprobación de la Ley de Memoria Histórica pueden haber marcado la diferencia entre vivir esa prometida reparación y no haber llegado a ella. Mientras tanto, los símbolos franquistas permanecen por las calles, las sentencias de los consejos de guerra siguen culpando a sus allegados de delitos que ya no existen y los cuerpos de sus familiares continúan amontonados en fosas —localizadas o no—.

Dentro de nuestras fronteras, donde el malestar del presente eclipsa el del pasado, explicar la relevancia y el significado de esa pereza institucional se vuelve difícil. Fuera, Interpol ordena detener a los altos cargos relacionados con las torturas del franquismo. Aunque muchas personas han encontrado los sumarios y conocen el paradero de sus familiares, otras ni siquiera saben qué fue de sus allegados. También Naciones Unidas recuerda a nuestras autoridades, por ello, que las desapariciones forzadas constituyen un crimen de lesa humanidad, sea cual sea su contexto, y que sus acusados no pueden acogerse a ningún tipo de jurisdicción militar.

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En ese sentido, la vocación de la ley firmada por Zapatero, que llamaba a la acción en las fosas, los símbolos y las sentencias, también iba por detrás de lo que reclamaban los derechos humanos, ya que nunca pretendió sentar a nadie en el banquillo. Pero, más allá de esto, sus premisas se incumplen una y otra vez. Tal y como denuncia el abogado Eduardo Ranz, al menos 38 alcaldes conservan en sus localidades relieves, placas y escudos que ensalzan el franquismo. También el Estado incumplió esta norma cuando, hace tres años, dejó de destinar fondos a la recuperación de los cuerpos.

¿Quisieron los firmantes de la ley que esta nunca se cumpliera? Las normas que esta prescribía fueron inconcretas y las demandas de Ranz lograrían, como mucho, la inhabilitación temporal de los regidores. Las intuiciones de Emilio Silva, presidente de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica, caminan en esa dirección: "La Transición confió en que la generación de las víctimas se marcharía en silencio". Para él, lo que sí consiguió la ley fue empezar la conversación. Que sus reivindicaciones venzan al paso del tiempo es más complicado.

 
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