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Prohibido tocar: ¿Cómo se adapta un ciego a esta "nueva normalidad"?

Las personas que sufren algún tipo de discapacidad visual o ceguera se encuentran con una sociedad que ha cambiado las reglas y las normas de comportamiento social sin contar con ellos

Según los cálculos de la Fundación Retina España, al menos un 2% de la población española tiene baja visión o es ciega, es decir que ve entre un 0 y un 30%, pero en muchos casos no se percibe porque los ojos están, aparentemente, sanos

“La situación es nueva y está configurada de una manera que yo no puedo entender porque se hace mediante un cartel de aforo, un mensaje escrito, un bote de gel o un dispensador de guantes que yo no veo”, explica Carlos Cortina, que sufre retinosis pigmentaria, una enfermedad degenerativa de la retina del ojo que, en su caso, se encuentra en una fase avanzada / D.S. / Cadena SER

Si hay alguno de nuestros cinco sentidos que se está atrofiando por la pandemia de coronavirus, ese es el tacto. Salir a la calle implica, además de ponernos mascarilla, que es obligatoria, enfundarnos los guantes para prevenir contagios. Sin embargo, la regla de oro continúa siendo no tocar las cosas innecesariamente. Escenas tan comunes como ver al cliente de una frutería comprobando que las manzanas o los kiwis están suficientemente maduros, no parece que vayan a formar parte de esta “nueva normalidad”. O, por no menos, de momento, no hay ningún epígrafe del BOE que regule cuándo podremos volver a revisar la fruta.

Con todos estos cambios en las reglas y conductas de comportamiento social derivados de la crisis sanitaria, las limitaciones de las personas que sufren algún tipo de discapacidad visual o ceguera se han incrementado de una forma exponencial. Se calcula que en torno al 80% de la información que necesitamos para nuestra vida cotidiana la recibimos a través de la visión, de los ojos. Tal y como señala la ONCE, “la mayoría de las habilidades que poseemos, de los conocimientos que adquirimos y de las actividades que desarrollamos, las aprendemos o ejecutamos basándonos en información visual”. Para suplir estas carencias, las personas con deficiencias visuales o cegueras tendían a apoyarse en el tacto. Un buen ejemplo lo encontramos en los números escritos en código braile en la mayoría de ascensores, pero ¿cómo adaptarse cuando no puedes ni ver ni tocar? Difícil.

La discapacidad visual en la "nueva normalidad"

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“Los primeros días que yo bajaba a hacer la compra al supermercado, no vi la fila ni vi nada. Sabía que tenía que ponerme en la cola y, como entre persona y persona había una distancia de dos metros, casi tenía que ir contando uno por uno para encontrar el final de la fila. Además, en el supermercado, parte de la falta de visión la suples con el tacto, pero en este momento es tabú”, señala Carlos Cortina, vicepresidente de la Fundación Retina España. Él sufre retinosis pigmentaria, una enfermedad degenerativa de la retina del ojo que, en su caso, se encuentra en una fase muy avanzada: “La sociedad solo entiende las discapacidades visuales en términos de todo o nada, pero hay una escala de grises. No hay dos ciegos que vean igual”, puntualiza. Tanto es así que él mismo no lleva el bastón blanco que la mayoría se imagina cuando piensa en una persona con ceguera o discapacidad visual. “Hay siempre una especie de continua sospecha sobre el fingimiento. Es muy típica la interacción en la que alguien piensa “este vendedor de la ONCE, seguro que ve más que yo”. Probablemente, porque le has visto coger un cupón y leerlo y, a pesar de poder leer el cupón, no puede andar por la calle sin reventar una señal de tráfico de un cabezazo”, explica.

Las limitaciones que ha generado en su día a día el coronavirus no se quedan solo en el supermercado. “La situación es nueva y está configurada de una manera que yo no puedo entender porque se hace mediante un cartel de aforo, un mensaje escrito, un bote de gel o un dispensador de guantes que yo no veo”, relata Cortina. En los paseos, el “furor por la ciclomanía”, le provocan sobresaltos: “Es una situación muy de vértigo. Me siento como en la película El Retorno del Jedi”.

Igual que no todos los héroes llevan capa, no todos los ciegos llevan bastón y esto les genera “estigmatización”, se queja Cortina. “Si ves a una persona con su bastón y con su perro intentas ayudarle, pero si no se te nota… Seguramente si tú me ves por la calle no me conceptualizarías como una persona ciega”. Por eso, desde la Fundación Retina España están potenciando la campaña Tengo baja visión, que ya llevan desarrollando durante los últimos dos años. En ella hacen un llamamiento a que las personas con baja visión o ceguera a que utilicen un distintivo que les visibilice y que facilite la interacción social.

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Daniel Sousa

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Es redactor en EL PAÍS Audio y colabora en ‘A Vivir que son dos días’ de la Cadena SER. Ganador del...

 
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