Desde los primeros instantes de la vida este complejo liposoluble es determinante para completar un proceso de crecimiento adecuado. El raquitismo, debilidad y deformación de los huesos que se produce en niños, es una de las enfermedades más evidentes del déficit de este elemento. Y con el avance de los años, los adultos pueden padecer osteomalacia, dolor óseo y debilidad muscular si no disponen de los niveles suficientes de vitamina D. También debe vigilarse su exceso, porque puede provocar nauseas, fatiga, pérdida de apetito y peso, problemas intestinales, o debilidad.

Salmón, fuente de vitamina D, acompañado de aguacate, huevo, germinados y salicorinia, todo sobre pan integral / María Velasco
El cuerpo produce la vitamina D que necesitamos con la única ayuda del sol, tomándolo en su medida adecuada y a la hora oportuna. Pescados azules como el salmón, atún, caballa, sardinas, también el arenque, el congrio, la palometa, o el aceite de hígado de bacalao, contribuyen al acopio de esta substancia. Ambas fuentes aseguran la mejor salud de nuestros huesos, pero también del sistema nervioso, del inmunitario, de los músculos y de la flora intestinal, porque el avance de la investigación demuestra que la vitamina D extiende sus efectos más allá del sistema óseo. Tenemos la suerte de vivir en el país del sol, solo falta que lo aprovechemos.