Esto es lo que los científicos han descubierto sobre el coronavirus en 100 días de pandemia
La ciencia está volcada en desentrañar las características del SARS-Cov-2 y se enfrenta a su propia naturaleza: el método empírico de prueba y error necesita un tiempo, pero la crisis sanitaria no da tregua y exige respuestas
Madrid
Desde el tratamiento con hidroxicloroquina hasta la obligación de llevar mascarilla cuando al comienzo de la pandemia se desaconsejaba. El camino de la ciencia para conocer al enemigo, al SARS-Cov-2, es tortuoso, lleno de baches, rectificaciones y nuevos hallazgos. La razón es simple. Así funciona el método científico. Puro empirismo. Prueba y error hasta que algo se demuestra y se convierte en evidencia. Aunque luego pueda refutarse con otra evidencia. La diferencia en el caso del nuevo coronavirus es que el foco está puesto en los avances científicos que son retransmitidos en tiempo real. Hay tanta prisa que no siempre todos los estudios cumplen con las exigencias científicas mínimas como que haya un grupo de control o tenga una muestra representativa.
Existe consenso sobre que la ciencia será única que nos saque -ya lo está haciendo- del atolladero. Aunque Bolsonaro en Brasil o López Obrador en México parecen ir por otros derroteros a costa de las vidas humanas.
Sabemos que en diciembre los hospitales de Wuhan detectaron una neumonía de origen desconocido. El doctor Li Wenliang alertó sobre un nuevo virus, similar al SARS, a mediados de diciembre pero las autoridades chinas le obligaron a callarse. Wenliang falleció por la COVID-19 a principios de febrero. La Policía de Wuhan pidió en marzo disculpas a la familia del médico. Demasiado tarde. Un reciente estudio de la Universidad de Harvard concluye que quizá el virus ya circulaba en agosto. El informe se basa en las búsquedas por Internet -tos, diarrea, entre otros- y en la mayor afluencia a los hospitales con los aparcamientos llenos.
La OMS declaró emergencia sanitaria mundial por SARS-Cov-2 el 31 de enero. Fue duramente criticada por tardar en oficializar la pandemia, algo que finalmente hizo el 11 de marzo. Han pasado 100 días desde que el mundo está en jaque por este agente infeccioso. Repasamos algunos hitos científicos conseguidos hasta ahora.
A la búsqueda de un tratamiento eficaz
El tratamiento con hidroxicloroquina, usado contra la malaria, ha sido uno de los más comentados en este tiempo. Donald Trump aseguró que lo tomaba para prevenir la enfermedad. La OMS ha puesto en marcha y frenado investigaciones sobre este fármaco frente al coronavirus. ¿Qué es lo último que sabemos? Que el investigador catalán Oriol Mitjà ha concluido que la hidroxicloroquina es ineficaz en el tratamiento contra el SARS-Cov-2. El ensayo clínico aún está pendiente de publicación pero el doctor ya lo ha avanzado en la revista 'Science'. Lo cierto es que tampoco detectó consecuencias graves.
Varios estudios han puesto en tela de juicio la efectividad de la hidroxicloroquina, como el publicado el pasado 22 de mayo por la prestigiosa revista británica The Lancet, con datos de cientos de hospitales y que involucró a 90.000 pacientes hospitalizados por infección con coronavirus de todo el mundo.
Ese informe determinó que quienes recibieron hidroxicloroquina, o el compuesto relacionado cloroquina, tenían un riesgo de muerte significativamente mayor que quienes no recibieron el tratamiento.
Días después de la publicación del estudio, la Organización Mundial de la Salud anunció que detenía temporalmente los ensayos clínicos con hidroxicloroquina enmarcados en su ensayo Solidarity. Sin embargo, poco después, tres de los cuatro autores de ese estudio decidieron retractarse por las "varias preocupaciones con respecto a la veracidad de los datos y análisis" presentados en el documento.
Para hacerse una idea del volumen de información científica sobre el coronavirus basta saber que en todo el mundo se están realizado 1.982 estudios sobre la COVID-19, según un informe elaborado por el Grupo de Análisis Científico de Coronavirus del Instituto de Salud Carlos III sobre la tipología de estudios clínicos.
¿Cómo se transmite el SARS-Cov-2?
La forma de transmisión del nuevo coronavirus ha dado también en este tiempo para más incertidumbres que certezas. La OMS continúa sin encontrar pruebas concluyentes de contagio por contacto con objetos. Tampoco parece un virus aéreo como el sarampión o la varicela. Y apunta que el virus se transmite principalmente a través de un contacto físico cercano y por residuos respiratorios. Es decir, por microgotículas. Las gotas minúsculas que expulsamos al exhalar el aliento o respirar. Esas gotas pueden ser invisibles a los ojos. Si se ponen en contacto con algunas de las mucosas -ojos, boca o nariz- el virus puede infectar. De ahí la importancia de no tocarse con las manos la cara y de mantener la distancia de seguridad.
¿Se transmite por el aire el coronavirus? La comunidad científica está dividida en este punto. Existe alguna prueba de que puede ser posible pero estaría limitado a lugares cerrados y sin ventilación.
El Centro de Control de Enfermedades de EEUU ha actualizado así la evidencia científica sobre la transmisión del coronavirus:
- Muy bajo riesgo de transmisión desde las superficies.
- Muy bajo riesgo de actividades al aire libre.
- Riesgo muy alto de reuniones en espacios cerrados, como oficinas, lugares para servicios religiosos, cines o teatros.
La prueba y error es un continuo en esta pandemia. Denostada por muchos especialistas ya que no hay estudios concluyentes, la mascarilla se ha convertido ahora en obligatoria y junto con el distanciamiento social, el cierre de colegios, el teletrabajo y otras medidas, está consiguiendo frenar los contagios. En contra del uso generalizado de las mascarilla, los especialistas destacan dos aspectos. Primero, que provoquen una falsa sensación de seguridad y se relajen otras medidas importantes como las higiénicas. Y segundo: la población está aprendiendo a utilizarlas y hacerlo mal puede llevar al contagio.
¿Cuáles son los síntomas?
Uno de los aspectos que más preocupan es la transmisión que provocan las personas que no desarrollan síntomas. Calculan que un 80% de los infectados pueden ser asintomáticos. Por eso, detectar los casos positivos es fundamental para frenar la expansión del virus.
Los síntomas más frecuentes de la COVID-19 son la fiebre (87,9% la han sufrido), la tos seca (67,7% de prevalencia) y el cansancio o la fatiga (38%), según un informe de marzo de la OMS que detectó otro de carácter más grave: dificultad para hablar o moverse. Otros síntomas de este mismo informe en el que se analizaron 50.000 casos.
- Producción de esputo (registrado en el 33,4% de los casos confirmados).
- Dificultad para respirar (18,6%).
- Dolor de garganta (13,9%)
- Dolor de cabeza (13,6%).
- Dolor muscular y articular (12,8%).
- Escalofríos (11,4%).
- Náuseas y vómitos (5%).
- Congestión nasal (4,8%).
- Diarrea.
Cada vez hay más evidencia científica sobre que la falta de olor y gusto son también síntomas característicos del nuevo coronavirus así como algunas erupciones cutáneas.
Una nueva investigación ha determinado que la mitad de los infectados por coronavirus no desarrollan síntomas, pero sí sufren daños en su organismo.
La carrera por la vacuna
En la carrera por la vacuna, la empresa estadounidense Moderna es una de las más adelantadas. En julio comenzará la última fase con 30.000 participantes. El objetivo es impedir el desarrollo de síntomas y las formas más graves de la enfermedad.
En estos momentos hay 135 proyectos de investigación sobre vacunas del coronavirus en el mundo. Los expertos coinciden en la dificultad para que las primeras versiones sean realmente efectivas y en el escollo de la producción. Será difícil que haya viales para toda la población aunque la industria farmacéutica se afana en estar operativa al máximo rendimiento cuando llegue el momento. Mientras tanto, en los laboratorios, se trabaja sin descanso.
La vacuna es uno de los pilares fundamentales para conseguir la ansiada inmunidad de rebaño. España está aun lejos. Los primeros resultados del estudio de seroprevalencia apuntan a que solo el 5% ha pasado la enfermedad. De ahí, el miedo a las consecuencias de un rebrote. Toquemos madera. Pero, sobre todo, confiemos en la ciencia y exijamos fondos para la investigación.
Maika Ávila
Periodista y autora de 'Conciliaqué. Del engaño de la conciliación al cambio real'. Ha formado parte...