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Coronavirus Covid-19

¿Qué hemos aprendido de la COVID-19? Los fallos de predicción al evaluar la evolución del coronavirus

Que los niños eran supercontagiadores o que el calor terminaría con el virus son algunas de las afirmaciones que han sido refutadas a medida que avanzaba la investigación científica

El aprendizaje sobre el coronavirus se aplica también en las medidas establecidas durante el periodo navideño. / Marta Vázquez Rodríguez (EUROPA PRESS)

Madrid

Desde marzo, la COVID-19 se ha convertido en parte de nuestras conversaciones diarias. Nuevas palabras que desconocíamos hace un año se han incorporado a nuestro vocabulario -de hecho, la RAE ha añadido 2.557 a su diccionario, varias de las cuales hacen referencia a la pandemia, como 'desconfinar' o 'desescalada'- y hemos empezado a conocer el significado de términos acerca de los que ni siquiera nos habíamos parado a pensar, en particular del ámbito científico.

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Incluso para los propios expertos en el tema el coronavirus supone muchos retos por su novedad y aún se están descubriendo numerosas características del SARS-CoV-2. A pesar de que el método científico se basa en reescribir lo ya establecido, la constante actualización de datos acerca de la COVID-19 ha mantenido la incertidumbre y confusión de la población durante los pasados meses sobre la forma de transmisión del virus, la capacidad de contagio o los lugares de mayor riesgo.

Estas son algunas de las afirmaciones escuchadas a lo largo de la pandemia y rechazadas o matizadas a medida que se han ido publicando estudios al respecto:

'Los niños son supercontagiadores'

"El gran problema que tenemos para saber si los niños contagian más o menos es que son asintomáticos", exponía el investigador del Instituto de Biomedicina de Valencia Iñaki Comas a finales de agosto. Lo hacía en el programa ‘Hoy por Hoy’, donde se trataba de establecer cuál sería el riesgo de contagio que supondría la vuelta al cole. De hecho, muchos padres y madres temían este regreso a las aulas, pese a que los más pequeños de la casa llevaban meses sin acudir a clase de manera presencial.

Pese a este miedo, el investigador de Biología Computacional y Sistemas Complejos de la Universidad Politécnica de Barcelona Enric Álvarez aseguró en ‘Hoy por Hoy’ que las escuelas no eran foco de contagio. Así lo explicaba un estudio del que fue coautor y en el que quedaba demostrado que los colegios no expanden los contagios "de manera explosiva". Asimismo, otra investigación, en este caso del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, concluyó en noviembre que solo el 8% de los menores con COVID-19 transmite la enfermedad, asegurando así lo contrario a la afirmación inicial de que los niños son supercontagiadores.

'El calor terminará con el coronavirus'

La esperanza en marzo era que, a medida que se acercara el verano, la incidencia de COVID-19 disminuyera a causa del calor. "Coronavirus y calor no se llevan bien", señalaba el portavoz de la AEMET Fernando Belda a 'Hoy por Hoy Córdoba'. Belda basaba su hipótesis en los datos de propagación de la enfermedad, aunque advertía que era necesario "ir con mucho cuidado". El propio Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, también aseguraba en abril que estas afirmaciones iban teniendo cada vez "más respaldo".

No obstante, la COVID-19 ha seguido activa tras el período estival y ya en mayo existían estudios que lo respaldaban. Uno de ellos, publicado en la revista 'Canadian Medical Association Journal', analizó la evolución de los casos de coronavirus en 144 áreas geopolíticas por todo el mundo y determinó que el verano no haría desaparecer al virus. "Habíamos realizado un estudio preliminar que sugería que tanto la latitud como la temperatura podían jugar un papel, pero cuando repetimos el estudio bajo condiciones mucho más rigurosas obtuvimos el resultado opuesto", señaló Peter Jüni, uno de los líderes de la investigación.

'El transporte público es un foco de contagio'

Las imágenes de trenes repletos de gente en Madrid cuando se inició la desescalada sorprendían después de meses sin salir de nuestros hogares y compartiendo el día a día tan solo con convivientes. ¿Por qué el transporte público iba a ser una excepción a la distancia de seguridad recomendada para evitar el contagio? De hecho, una encuesta del diario estadounidense 'The New York Times' mostraba que, en junio, el 39% de los epidemiólogos -entre 511 encuestados- no planeaba coger el metro o el autobús hasta pasado al menos un año de la crisis del coronavirus.

Aun así, el vocal de la Sociedad Española de Epidemiología y especialista en medicina preventiva y salud pública Pedro Gullón ya pedía en 'La Ventana' "potenciar el transporte público". Pese a ello, defendía que "no puede ser un transporte público como el de la vieja normalidad". Además, desde el Ayuntamiento de Madrid, el delegado de Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante, aseguraba en 'Hoy por Hoy Madrid' que "no hay ningún brote que se haya detectado en el transporte público".

'La mascarilla no sirve'

"Son como los preservativos de ganchillo", decía Mila Domingo, una farmacéutica de Alzira (Valencia) sobre las mascarillas de tela después de que varios hospitales prohibieran la entrada a personas que llevaran este tipo de protección por la dificultad de comprobar su homologación o su tiempo de uso. En octubre, Domingo recomendaba las quirúrgicas para la población general, pero estas eran consideradas ineficaces ante el coronavirus por el secretario del Colegio de Farmacéuticos en Valencia, Vicente Colomer, en unas declaraciones a 'Hoy por Hoy Locos por Valencia' en febrero.

Sin embargo, a medida que han avanzado los meses y ha habido una mayor disponibilidad de mascarillas en las farmacias y otros establecimientos su uso se ha generalizado. De hecho, en España se impuso su obligatoriedad en julio en la mayoría de comunidades autónomas, medida que progresivamente se extendió a la totalidad del territorio.

Y es que, según un estudio publicado por la revista científica 'Science Advances' de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, la mayoría de mascarillas protegen más que no llevar nada. "Hay que taparse la boca", insistía la doctora en Farmacia, Marián García, más conocida como Boticaria García, aunque recordaba que la mejor protección debe estar homologada, pues "una mascarilla que sea de un tejido que no se haya testado, que no sepamos su filtración, puede dejar escapar cuatro, cinco o seis veces más partículas que una mascarilla que cumpla la norma".

'El coronavirus apenas afecta a los jóvenes'

Al principio de la crisis sanitaria parecía existir entre los jóvenes una falsa sensación de seguridad, que en algunos sigue presente. La mayoría de fallecimientos e ingresos hospitalarios se producían entre personas de avanzada edad y la muerte de personas sanas menores de 30 años era considerada la excepción que confirmaba la regla. No obstante, ya en marzo, el investigador y médico Jaime Barrio señalaba que no se había dicho "en ningún momento" que los jóvenes "se libren".

Sin embargo, la media de edad de los contagiados disminuyó en verano a los 36 años en el caso de las mujeres y a 38 en el de los hombres, según detalló Fernando Simón. Además, se vio cómo muchos de los jóvenes que habían dado positivo en COVID-19 se veían afectados por las secuelas relacionadas con la enfermedad. Como ejemplo, el deportista habitual Alberto Zúñiga, de 25 años, que vio cómo su capacidad pulmonar se reducía en un 60%. "El coronavirus es algo muy chungo, no es ninguna tontería y te puede condicionar de por vida", decía.

'La COVID-19 se puede transmitir a través de objetos'

En marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aseguraba que la transmisión del coronavirus no se limitaba al contacto directo, sino que también existía riesgo de contagio al tocar superficies u objetos infectados. Esto llevó a una oleada de desinfección de todos los productos que se adquirían en el supermercado y a la utilización de guantes por numerosas personas. Ese mismo mes, el doctor estadounidense Jeffrey VanWingen recomendaba tirar los envases de los productos adquiridos en las tiendas, así como limpiarlos con un paño antes de colocarlos en su lugar.

Sin embargo, en mayo, un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) probaba que el riesgo de permanencia del virus en los envases no era tan elevado como parecía, al no encontrar rastro del SARS-CoV-2 en ninguno de los 66 alimentos y productos de droguería de gran consumo que analizó para un estudio. No obstante, pese a que el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos decía que el riesgo de transmisión mediante objetos era “poco común”, la OCU recomendaba seguir manteniendo las medidas de precaución en los supermercados, así como no olvidar la higiene de manos para evitar la propagación del virus.

'El contagio se produce sobre todo a través de gotas de gran tamaño'

Aunque es cierto que las gotas respiratorias "de más de cinco micras" continúan siendo uno de los principales modos de transmisión de la COVID-19, recientemente se ha confirmado un hecho del que ya había evidencias: la propagación del virus por aerosol, o gotas inferiores al tamaño mencionado. En noviembre, un informe español sobre las vías de transmisión de la COVID-19 -en el que participaron prestigiosos investigadores como Margarita del Val, Miguel Hernán o Xavier Querol- concluía la existencia de "evidencia significativa" sobre la transmisión de la infección del coronavirus por la vía de aerosoles.

El periódico 'El País' lo explicaba ayudado de varias visualizaciones que mostraban el potencial de estas partículas a la hora de incrementar los contagios en espacios cerrados, sobre todo sí están mal ventilados. Estas pequeñas gotas pueden permanecer suspendidas en el aire "durante muchos segundos u horas, como el humo" y ser inhaladas, como indicaban también varios científicos procedentes de diversas universidades estadounidenses en una carta publicada por la revista 'Science'.

 
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